El hombre sin edad

22 Jun

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Año: 2007.

Director: Francis Ford Coppola.

Reparto: Tim Roth, Alexandra Maria Lara, Bruno Ganz, André Hennicke, Marcel Iures, Alexandra Pirici, Matt Damon.

Tráiler

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          El comienzo y el final de la filmografía de Francis Ford Coppola parecen tocarse a través de la experimentación y de la libertad creativa, marginal y casi, o aparentemente, indiferente a las consideraciones exteriores, si bien en este último trecho con el alivio económico de los prósperos viñedos californianos que posee el cineasta y empresario. Desde el estreno de Legítima defensa en 1997, diez años tardó en retomar la cámara el que, independientemente ya de lo que haga o deje de hacer, es uno de lo grandes titanes del cine contemporáneo -y eso en Estados Unidos, puesto que El hombre sin edad no llegó a España hasta 2012 y en formato DVD-. Y, después de esta dilatada espera, desconcertó con una película fragmentada y azarosa, recogida entre retazos de sueños, recuerdos e ilusiones, y fundada sobre profundas inquietudes filosóficas, religiosas e intelectuales.

El hombre sin edad se basa en la novela Tiempo de un centenario, del pensador e historiador rumano Mircea Eliade, pero el guion adaptado lleva, por derecho, la firma de Coppola. Desde los títulos de crédito y la introducción se pueden rastrear constantes presentes en su corpus. Los relojes como doliente símbolo de muerte de La ley de la calle, los océanos de tiempo atravesados para encontrar al ser amado de Drácula de Bram Stoker. Son las herramientas con las que se compone el drama del anciano profesor Dominic Matei, quien atravesado por un rayo en el Domingo de Resurreción de 1939, rejuvenece milagrosamente para, tal vez, poder completar la obra de su vida.

          Coppola sumerge el proceso sobrenatural en una textura onírica y ambigua, en la que se duda sobre la naturaleza del prodigio, sea concesión divina de una segunda oportunidad inesperada, sea frustrante condenación mitológica, sea alucinación póstuma, como el remordimiento del individuo que repasa su vida y ajusta cuentas consigo mismo que comparecía en la saga de El padrino. El curso inexorable del tiempo, la existencia que se escurre entre los dedos sin saber aprehenderla ni aprenderla, The End.

Entre hipermnesia iluminada, sueños lúcidos y dualidad psicológica y moral, Matei avanza hacia un dilema esencial, situado en la encrucijada entre la realización romántica o emocional y la realización intelectual o filosófica. El amor, el conocimiento. El sacrificio de la tragedia griega, el retrato de Dorian Grey, el eterno retorno, la metempsicosis, la filosofía oriental que subvierte la perspectiva y las concepciones occidentales acerca del tiempo y la materia. Cuestiones envueltas en un mundo igualmente inestable, al borde o abocado al abismo pero que, en cierta forma, parece conectado a la experiencia subjetiva del protagonista -su enfrentamiento con el doctor Rudolf y la sucesiva evolución de la guerra-.

          La poliédrica carga metafísica del argumento desemboca en lo que parecen ramales deshilvanados que se entremezclan con algunos problemas de coherencia narrativa, los cuales derivan en confusión fortuita y ocasional distanciamiento. El hombre sin edad es a ratos indagación existencial o ensayo reflexivo, a ratos cine de género, pero sin conjuntarse ambas partes demasiado bien.

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Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 5,5.

Nota del blog: 6,5.

2 respuestas hasta “El hombre sin edad”

  1. ALTAICA 26 junio, 2018 a 15:04 #

    Sí, también creo que es una película en cierta medida fallida por la desconexión entre la narrativa clásica y su fondo filosófico. Aún así, atesora el talento de su director para hacer de esta película algo a ratos fascinante y extraño. Y siempre es de agradecer la libertad creadora. Extraña y descompensada, pero absorbente. Un abrazo.

    • elcriticoabulico 27 junio, 2018 a 12:49 #

      La narrativa también tiene unas cuantas rupturas con el clasicismo… que también funcionan a ratos. Efectivamente, hay momentos en los que resulta una película sugerente y contiene elementos reflexivos verdaderamente intrigantes, pero esa abrumadora cantidad de piezas, todas tan distintas, no terminan de encajar en el puzle. Que, con todo y ello, es curioso de narices. Un abrazo, Altaica.

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