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Año: 2000.
Director: Steven Soderbergh.
Reparto: Michael Douglas, Benicio del Toro, Catherine Zeta-Jones, Don Cheadle, Jacob Vargas, Tomas Milian, Luis Guzmán, Miguel Ferrer, Caroline Wakefield, Topher Grace, Albert Finney, James Brolin, Steven Bauer, Dennis Quaid, Clifton Collins Jr., Viola Davis, John Slattery, Benjamin Bratt.
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A poco que uno se documente, no es difícil superar el corte mínimo con una crónica del narcotráfico, tal es la fascinación que provoca este sistema en negativo donde convergen la iniciativa empresarial, la corrupción moral, la amenaza sangrienta y el atractivo del fuera de la ley. Hay ejemplos recientes y populares de ello, como la novela El poder del perro -en la que un escritor mediocre no logra estropear unos hechos absorbentes- o la serie Narcos -donde el simpar imperio de la cocaína de Pablo Escobar está reconstruido mediante fórmulas y trucos gastadísimos que parecen sacados del thriller más convencional de hace por lo menos dos décadas-.
Algo semejante ocurre en Traffic, flamante ganadora de cuatro Óscar y nominada a la estatuilla a mejor película. Apropiación de la miniserie británica Traffik, esta es, sin duda, una película ambiciosa que emplea el recurso narrativo de las vidas cruzadas -por aquellos años de notable prestigio, como demuestran los premios y elogios cosechados por filmes como Happiness, Magnolia, Ciudad de Dios, Crash (Colisión) o las primeras obras de Alejandro González Iñárritu– para condensar el problema del contrabando y consumo de drogas entre Estados Unidos y México. Desde la volátil trinchera de Tijuana -reproducida en fotogramas de penetrantes tonos amarillos, de grano duro y movimiento incierto- hasta la torre de marfil que habitan las altas esferas judiciales y políticas de Washington D.C. -en acerados tonos azules y planos más estáticos-, con toda una gradación de estratos, estilos y colores entre medias.
El problema es que para ello pergeña una serie de dramas que acuden a estereotipos didácticos simples y forzados -la hija díscola del fiscal antidroga-, a segmentos superficiales y apresurados -la ciudadana de clase alta que descubre y asimila sus inesperados vínculos con el crimen- o a relatos de una increíble ingenuidad -el propio fiscal-, más grave aún debido a que este último es a través del cual se articula un discurso político determinado -o, mejor dicho, la falta de él, expresado en una rueda de prensa final que huele a topicazo mal desarrollado-.
Lo inverosímil del desconocimiento que muestra un cargo de tamaña importancia -y que podría interpretarse como una postura cercana a lo exculpatorio- revela una mala elección para intermediar, hasta con entrevistas enmascaradas, el punto de vista del espectador, quien, de la mano del fiscal, toma consciencia de los mecanismos sobre los que se asienta todo este terrible tinglado, a cuya carencia de escrúpulos explícitos, por omisión o por hipocresía -recordemos las palabras del indómito narco cambadés del hachís Laureano Oubiña sobre su intención de demandar al Estado por un delito contra la salud por su control del comercio del tabaco y el alcohol-, le acompaña una colección de consecuencias y costes.
Las mejores tramas tampoco destacan por su credibilidad o por su complejidad, y de hecho acumulan sus propios clichés -la pueril composición del villano de opereta al otro lado de la frontera-, pero al menos poseen una tensión y un músculo cinematográfico que sacan a flote un conjunto nutrido principalmente, decíamos, por el interés que suscita un mundo subterráneo y a la vez tangible.
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Nota IMDB: 7,6.
Nota FilmAffinity: 7,1.
Nota del blog: 6.
Pues te reconozco, querido crítico abúlico, que cuando la vi en su momento me gustó mucho. Y me quedé con el personaje de Benicio del Toro.
Sí, el narcotráfico es un tema que suele tratarse en el cine y no es fácil (otro análisis interesante sería la mirada que ofrece el cine norteamericano y la que muestra, por ejemplo, el cine mexicano).
Me viene a la cabeza otra película más reciente donde también está Benicio: Sicario. Y otra de Ridley Scott que recibió bastantes críticas negativas pero a mí, sin embargo, me interesó: El consejero. Son otras dos miradas de cine norteamericano al narcotráfico.
Beso
Hildy
Tenía buen recuerdo de ella, pero se me ha caído bastante con la revisión. En cambio, tanto Sicario como El consejero lograron entusiasmarme. De hecho la segunda la reivindiqué en el top ten de aquel año.
Besos.