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Año: 2015.
Director: Tom McCarthy.
Reparto: Michael Keaton, Mark Ruffalo, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Brian d’Arcy James, Stanley Tucci, Jamey Sheridan, Billy Crudup, Neal Huff, Len Cariou.
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No me gusta el corporativismo incondicional, por lo que no seré yo quien defienda al periodismo coetáneo. Sin embargo, encuentro oportuno -aunque temo que finalmente irrelevante- que el seductor escenario de los Óscar pusiese bajo sus poderosos focos –premio a la mejor película y al mejor guión original– a una obra como Spotlight, que en entronca con las grandes odas cinematográficas al periodismo idealista como columna fundamental de la sociedad, garante de su salud democrática.
Spotlight reconstruye el (re)descubrimiento, investigación y publicación de un reportaje decisivo para arrojar a la luz pública el diabólico sistema con el que la Iglesia católica escondía y protegía a la manada de depredadores sexuales de menores que ejercía el sacerdocio en el estado de Massachussets, muestra localizada de una perversión global.
A buen seguro habiendo tomado nota del deshonesto redactor que interpretase en la quinta temporada de The Wire, Tom McCarthy, director y guionista del filme -en este último apartado junto con Josh Singer-, recobra su incipiente prestigio en la realización, damnificado tras haberse puesto a las órdenes de Adam Sandler en Con la magia en los zapatos, y desarrolla el argumento con un estilo clásico, concentrado en exponer de forma amena y responsable el proceso periodístico que conduce al conocimiento por parte de la sociedad de una tumoración oculta a sus ojos, a fin de que pueda ser extirpada o, por decirlo con suavidad, corregida.
El argumento se aleja sin embargo de la complacencia y prueba su madurez al redistribuir la responsabilidad de la problemática entre el conjunto de la comunidad, no focalizando el caso como una anomalía exclusiva de un ente putrefacto, la Iglesia, fácilmente condenable debido a su descrédito contemporáneo. Sin estridencias pero con eficiencia, Spotlight dibuja el contexto del que surge esta enfermedad, alimentada e inmunizada por un colectivo de moral selectiva, clasista en la aplicación de los derechos, la compasión e incluso la atención más elementales. Es decir, lo que en derecho penal quedaría bajo la denominación de cómplice necesario del delito.
En cambio, otros subtextos presentes en la historia, como la crisis de fe que comporta este hallazgo que no se desea ver, están retratados con menor profundidad y potencia, protagonizado además en este particular por un Mark Ruffalo que aborda su personaje, caracterizado por un toque de excentricidad, de una manera un tanto más tópica y destemplada que el resto de un elenco solvente.
De igual manera, entre tanta corrección expositiva se echa en falta cierta atmósfera que proporcione densidad a la narración. Que la haga vibrar, que infunda mayor carisma a un filme no obstante entretenido, comprometido y equilibrado.
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Nota IMDB: 8,1.
Nota FilmAffinity: 7,3.
Nota del blog: 7.
Yo incluso le hubiese dado una puntuación menor. No es que sea una película fallida, en absoluto, pero todo resulta visto y previsible, dejando ese sabor a déjà vu continuo. Y efectivamente, una de las carencias que presenta es su notable falta de pulso, de verdadera emoción. No es plana o innecesaria, pero tiene muy pocas aristas y todo deambula en lo trillado. Un abrazo y Feliz Navidad amigo.
No es tanto una cuestión de emoción, sino de garra. Los personajes no me parecen fallidos, sobre todo el de Michael Keaton y su descubrimiento acerca de su postura sobre el tema años atrás, pero hay algo en ella que me pide más agresividad de la que tiene.
Un abrazo y que pases felices fiestas.
El autor de este blog ha tenido la amabilidad de responder a unas preguntas de un cuestionario cinéfilo. Puede leerse aquí:
http://elcineenquevivimos.es/index.php?otro=63
Por cierto, a mí me gustó aún más que a ti «Spotlight». Creo que esa falta de emoción o pulso que se le echa en cara son características de este cine sobrio, sin concesiones, sutil, objetivista. Esa falta de atmósfera o pulso también puede detectarse, pienso, en otras películas recientes diversas como «El puente de los espías» o «Phoenix», y no estoy tan seguro de que sean «defectos»…
Como le digo a Altaica, no es una cuestión tanto de emoción. Me gusta mucho que McCarthy no escoja hacer un melodrama desgarrado y aprecio el respeto, la seriedad y la contención con la que lo expone. Precisamente, es muy loable en tiempos de periodismo impresionista. Pero a la vez me deja una cierta sensación de que podría haberla rodado con el mismo respeto y con un grado más de intensidad o de potencia cinematográfica, al estilo del poderoso cine del compromiso de los sesenta y setenta. Por ello, no es tanto un defecto como una pequeña carencia.
Un saludo y, de nuevo, muchas gracias por esa entrevista.