La ley del mercado

16 Dic

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Año: 2015.

Director: Stéphane Brizé.

Reparto: Vincent Lindon, Karine de Mirbeck, Matthieu Schaller.

Tráiler

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         La procesión va por dentro. En lugar de gritar proclamas indignadas contra el atropello de la persona por parte de una sociedad secuestrada por el balance de resultados, imposición de la crisis económica, La ley del mercado calla. Denuncia y golpea mediante el silencio. Un silencio de dientes apretados, que atruena en irritación contenida, en rebeldía latente, en rabia a flor de piel.

         Adherida a la vida cotidiana de su protagonista -un operario fabril que siente en sus carnes el drama del desempleo y la voluntaria incapacidad de un sistema diseñado para hacer negocio a costa del prójimo-, La ley del mercado no reclama la empatía del espectador a través del sentimentalismo, el dramatismo o el tremendismo al que se presta el argumento -o incluso los burla mediante una heladora elipsis-; decisión que algunos podrían identificarlo como una falta de intensidad del relato.

Pero lo cierto es que, mirando con atención, la espalda de Vincent Lindon –mejor actor en Cannes-, cada vez con el rostro menos visible para la cámara, transmite una electrizada carga de hastío que va in crescendo a lo largo de su recorrido por las oficinas de (des)empleo, las humillaciones a las que se somete para arrodillarse ante el insaciable Dios del beneficio (ajeno) y la garita de vigilante de seguridad que, en el mejor de las situaciones posibles, dicen, le ha tocado habitar. Unas escenas, estas últimas, en las que se palpa en el cuerpo propio los retortijones de estómago, la angustia moral y el estrés emocional que sufre un personaje muy humano en su zozobra.

         Otra de las virtudes invisibles de La ley del mercado es su habilidad para ponernos en la mirada del protagonista en otro aspecto igualmente harto desagradable: el proceso para aprender a sospechar de los pares. Las cámaras del supermercado no son solo para controlar al cliente, sino también, en especial, al trabajador.

Por el contrario, no es esta una historia donde comparezca una personalización del Mal, al estilo de las más explícitamente combativas obras de Ken Loach, incombustible abanderado del cine de compromiso europeo. No irrumpen en sus fotogramas plutócratas enriquecidos a costa del proletariado, políticos clasistas y corrompidos, o sindicalistas traidores. Como mucho gente que muestra un egoísmo vulgar; insensible e insolidaria. En La ley del mercado, el paisaje humano está compuesto de individuos que, presionados cada uno por sus circunstancias particulares, asume su desesperación como buenamente pueden.

Y que, en su desesperación, gritan en silencio.

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Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 5,9.

Nota del blog: 7.

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