«Las películas francesas de los años treinta son superiores a las nuestras, porque dejan libres a sus actores y porque sus guionistas no asumen que los espectadores son tontos.»
Jack Kerouac
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La regla del juego
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Año: 1939.
Director: Jean Renoir.
Reparto: Marcel Dalio, Nora Gregor, Roland Toutain, Jean Renoir, Mila Parély, Paulette Dubost, Julien Carette, Gaston Modot, Odette Talazac.
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Las buenas maneras. La degeneración del comportamiento educado -herramienta básica de convivencia-, en una amanerada e hipócrita corrección política –es decir, en una bella alfombra bajo la que ocultar toda la mierda de la casa-, parece constituir un rasgo definitorio de esta sociedad contemporánea adoradora de la imagen, de la apariencia, del anuncio publicitario –hasta el punto de desarrollar como reacción de rechazo el cuestionamiento impulsivo de los talantes mesurados y, en cambio, el aplauso fervoroso de estilos de expresión sin filtros que en muchas ocasiones roza la vulgaridad más absoluta; el guardiolismo contra el mourinhismo-.
Sin embargo, el contraste entre comportamiento refinado y decadencia moral, fundidos en una misma persona, estamento o sociedad, viene de lejos. Por ejemplo, La regla del juego versa en buena medida sobre este particular.
Después de cerrar su etapa de cinco filmes –Toni, Los bajos fondos, El crimen de Monsieur Lange, Una partida de campo, La gran ilusión y La marsellesa– comprometidos con los ideales sociales y políticos del Frente Popular -coalición de izquierdas que gobernaría Francia entre 1936 y 1938-, el realizador Jean Renoir, influido por el clima bélico que dominaba Europa, parecía perder su vitalidad y optimismo cinematográfico; una tendencia al pesimismo que se plasmará en su siguiente obra, La regla de juego.
La regla de juego continúa tomando el pulso a la sociedad francesa de la época, pero sus conclusiones no son tan positivas y esperanzadas como las anteriores de sus cintas precedentes. El filme se estructura a través de un esquema de comedia romántica y de enredo en el que, a lo largo de un fin de semana de caza en la mansión del marqués de La Cheyniest (Marcel Dalio), se entrecruzan los escarceos, declaraciones, infidelidades, encontronazos y reencuentros de un variopinto grupo de personajes aristocráticos, cada uno con su personalidad, su manera de abordar el amor y de entender la existencia del prójimo, y sus técnicas de supervivencia en la ‘dolce vita’ perfectamente dibujadas. Si acaso, con la etiqueta propia de su clase social como elemento definitorio de una sensibilidad compartida.
Es decir, las reglas del juego a las que alude el título: cierta caballerosidad cosmética, la salvaguarda del decoro en público, la atribución estricta de un rol particular a partir de la extracción familiar o económica del individuo. Unas fórmulas preestablecidas que, a pesar de que Renoir las contrapone al apasionamiento impulsivo de los sirvientes, conducen sin remedio a ambas clases sociales a una idéntica situación de desenfreno sensual y romántico libre de toda norma ética o valor humano, desatado en una fiesta cortesana enfebrecida y hasta un tanto fatigosa en sus idas y venidas de personajes y sentimientos, dispersos por el escenario pero recogidos con enorme precisión y elocuencia gracias un talentoso empleo de la profundidad de campo que rebaja el aire teatral del argumento.
De este modo, la apariencia lúdica de estas escenas es solo la antesala satírica de una concepción trágica marcada por el destino y la moral, la cual había permanecido latente y al acecho durante el metraje. Juegos de alta sociedad, expondrá Renoir literal y figuradamente por medio de un guion sembrado de sentencias afiladas y de una sutil planificación, que al fin y al cabo tienen tanto de frívola representación dramatúrgica como de despiadada cacería con fusil.
Considerada un retrato de la Francia ajena por completo a la terrible realidad que inminentemente iba a hacer fuego y pólvora en la Segunda Guerra Mundial, La regla del juego sufriría un abrumador fracaso en taquilla y, más tarde, caería presa de la censura primero francesa y luego alemana. Rescatada de la desaparición en la década de los cincuenta, restaurada y vuelta a montar bajo la supervisión de Renoir, la película sería finalmente encumbrada como uno de los grandes filmes de la historia del cine, de enorme influencia en numerosos cineastas posteriores.
Nota IMDB: 8,1.
Nota FilmAffinity: 8,1.
Nota del blog: 8.
Todavía recuerdo cómo disfruté hace bastantes años…, ¡cuando estaba en la facultad!, con un ciclo en la filmoteca de JEAN RENOIR, me vi un montón de sus películas y leí muchísimo sobre él. Y lo disfruté tanto porque no hubo película que me decepcionara. De todas sacaba algo. Todas me hacían pensar y todas todavía me acompañan. La regla del juego la vi en ese momento y qué buena me pareció. Tu texto la analiza tan bien que creo que voy a intentar verla de nuevo.
Besos
Hildy
Cada vez más querida, yo recomiendo la trilogía en color «Elena y los hombres», «La carroza de oro» y «French cancan», una de mis favoritas. Siempre me ha costado ser sensible a la poética de «El río», aunque sé que estoy en minoría. Inmensa eso sí «La regla del juego».
Las iré subiendo unos cuantos puestos en la lista de pendientes…
¡Muchas gracias, Hildy! Renoir es único, tiene una sensibilidad y un sentido humano fuera de la norma. Por mi parte mi favorita suya, de momento, es Esta tierra es mía.
Besos.
Pero que buen gusto tiene mi amigo Abúlico cuando cita Esta tierra es mía. Pero claro Renoir es uno de los más grandes y la que nos ocupa una maravilla. Un gran abrazo y, pese a mi poca actividad, que sepas que nunca dejo de leerte.
Ahí coincidimos, Altaica. Es una película sumamente inspiradora y emocionante. Gracias por leer.
«Esta tierra es mía» es efectivamente una maravilla, emocionante e inspiradora.