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Elena

28 May

“Me he dado cuenta de que a menudo, los corazones de los hombres no son tan malos como sus actos, y casi nunca como la maldad de sus palabras.” 

J.R.R. Tolkien

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Elena

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Elena

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Año: 2011.

Director: Andréi Zvyagintsev.

Reparto: Nadezhda MarkinaAndrey SmirnovAleksey Rozin, Elena Lyadova, Evgeniya Konushkina, Igor Ogurtsov.

Tráiler

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            “Por mi hija mato. MA-TO”, proclamaba la heroína popular de la España del cambio de milenio, modelo de honradez y entereza para unos, vulgar espantajo de un populismo fascistoide para otros. La frase, como es natural, tiene adeptos. Sacrificarse por sus hijos es el deber moral de todo padre. Un imperativo biológico también, solo que reciclado en discurso afectivo. Las madres coraje son una herramienta de narración emocional de primer orden, dueñas de una empatía envidiable, en la mayoría de los casos éticamente justificada por el público sobrecogido al otro lado de la pantalla.

            Ahora bien, ¿qué sucede cuando vistos desde fuera, objetivamente, resulta difícil encontrar la justificación de sus actos impelidos por la pasión maternal? Un interrogante similar al que planteaba Madre e hijo para diagnosticar la putrefacción que gangrenaba a la élite social de la Rumanía contemporánea se abre en Elena, por su parte ambientada en la desigual y problemática Rusia de hoy. Si en la primera una acaudalada señorona iniciaba una cruzada contrarreloj para evitar la condena de su único hijo por el atropello de un niño, aquí la Elena epónima, una enfermera recién jubilada y casada en segundas nupcias con un hombre pudiente (estupenda Madezhda Markina), trata denodadamente de convencer a su marido para que, una vez más, le preste dinero al hijo de su matrimonio anterior y que, así, éste pueda enviar a la universidad a su nieto, desfavorecidos como están por una situación económica adversa, fruto del paro y la falta de oportunidades de este país descompuesto.

            En Madre e hijo el guion desacreditaba tanto la personalidad de la protagonista como la de su malcriado retoño y, de esta manera, cuestionaba la legitimidad de una operación que hacía palanca en la corruptibilidad de las instituciones rumanas. En Elena, la protagonista es una mujer que vive con honestidad y cariño una relación que, no obstante, parece abocarla a una rutina fría y sorda. En cambio, su hijo es un mastuerzo válido para nada y su nieto tiene visos de seguir sus pasos ceporriles con denodado esfuerzo y, más aún, con la apatía rencorosa que caracteriza la adolescencia. Como le advierte su segundo esposo, donarles otra remesa de dinero es desperdiciarlo. Pero claro, ¿cómo aclararle este dilema a una mujer cegada de amor maternofilial y empecinada en asegurar por todos los medios el futuro de su descendencia? De ahí que, en consecuencia, se le pregunte al espectador, ¿resiste incólume el heroísmo cuando al fin se le despoja de esa pretendida e idealizada dignidad?

            Tercera película de Andréi Zvyagintsev, esta vez producto de un encargo y dotada de un cariz más social que sus anteriores introspecciones psicológicas y familiares, el cineasta ruso, que remozaría a su gusto la historia original en colaboración con su habitual Oleg Negin, dibuja con precisión el perfil humano de Elena y el pulso desfallecido de su vida cotidiana, así como los espacios y los caracteres que componen su realidad y su conflicto dramático. A partir de ahí, desarrolla un juego de contradicciones y oposiciones entre los conceptos de amor y las imágenes de justicia que cada uno de los personajes reserva para sí mismo y para su relación con el resto, desentrañando con ello el cinismo del hombre común y desarrollando una visión agria y pesimista de la sociedad actual.

            Un poco al estilo de Claude Chabrol, con naturalista parsimonia, trágica, satírica y patética a partes iguales, rica en silencios y momentos vacíos –y con una narración un tanto laxa-, Elena insiste en que convertirse en un sórdido personaje de cine negro se encuentra al alcance de cualquier hijo de vecino. Una tarea cotidiana, universal, eterna y, por supuesto, en absoluto glamourosa, simplemente irresponsable o inconsciente incluso, más en dependencia del egoísmo, la hipocresía y la defensa cínica de un sentido errado o egocéntrico de la justicia y la moral que de una voluntad manifiesta de hacer el mal. ¿Quién no haría lo que fuese por la felicidad y el porvenir de su desdichado hijo?

 

Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 6,8.

Nota del blog: 7.

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