“No hay diferencia en el humor en todo el mundo. El humor es humor, la risa es la risa. Si haces que el humor sea divertido, la gente se reirá.”
Jerry Lewis
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Gato negro, gato blanco
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Año: 1998.
Director: Emir Kusturica.
Reparto: Florijan Ajdini, Branka Katic, Bajram Severdzan, Srdjan Todorovic, Zabit Memedov, Sabri Sulejmani, Jasar Destani, Salija Ibraimova, Ljubica Adzovic, Irfan Jagli, Miki Manojlovic.
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Al mal tiempo buena cara. Para Emir Kusturica, nada mejor que una comedia para limpiar el sinsabor de las feroces críticas recibidas, en el aspecto político, por su cinematográficamente celebrada Underground, recibida con animadversión desde cada una de las partes desmembradas de su añorada Yugoslavia. Mientras sopesaba su retirada del séptimo arte, el cineasta fue alentando su creatividad tras volcar su interés sobre la música romaní. Un estudio que, a la postre, decidiría otorgar entidad dramática construyendo a partir de sus sugerencias una trama que, por fin, fructificaría en su película más paroxística y dionisíaca, Gato negro, gato blanco.
“Life is just a simple game / Between up and down / Life is just a simple game / Makes things go around […] / What is up and what is down / Who will buy and who will sell / Heaven sometimes covers us / But sometimes it is hell”, canta en el tema Upside Down la No Smoking Orchestra, grupo musical del que Kusturica es guitarrista y compositor. Es decir, la constatación de la existencia humana entendida como un juego kármico que se debate entre la belleza y el dolor, el amor y la guerra, la comedia y la tragedia, la vida y la muerte, el Bien y el Mal. Un concepto, por otro lado, muy unido a la concepción histórica que el realizador de Sarajevo posee también de su extinto país.
Esta dualidad presente en su obra se magnifica simbólicamente en Gato negro, gato blanco ya desde su mismo título, alusión a la suerte ambigua que, en todo momento, se cierne sobre los personajes de esta fábula caótica que comprende enredos entre mafiosos paridos por el conflicto balcánico y timadores condenados a la derrota; duelos entre los nobles sentimientos y la mercantilización de las emociones ajenas; amistades que abarcan más allá de la tumba, y la lucha entre matrimonios concertados y amores platónicos –estos últimos, siempre tan damnificados por el fatalismo en la filmografía de Kusturica-.
La fórmula, elevada a su máximo exponente, reacciona de forma explosiva. No hay un momento de respiro en la película, arrastrada por el galope de su delirante banda sonora, firmada precisamente por los muchachos de la No Smoking Orchestra. Excesiva, barroca y delirante por definición, casi a imitación de los delincuentuchos y estraperlistas horteras que transitan por sus fotogramas para incidir a favor o en contra de la épica amorosa de dos jóvenes amantes, Gato negro, gato blanco hace del kitsch y el estrés virtud y zarandea al espectador como si le hubieran soplado en la cara ese polvo blanco que Dadan (Srdan Todorovic), criminal de guerra reconvertido a gángster bailongo, guarda en el crucifijo enjoyado que cuelga de su pecho.
Enfervorecida en su baile en espiral, el filme posee potencial para irritar al más pintado y/o para transmitirle la inmensa ternura que desprenden los encuentros y desencuentros que depara asimismo el destino burlón.
Uno, o se sube a cabalgar un gorrino –esa escena reciclada en vídeo viral que ni recordaba que pertenecía a esta cinta– para unirse al desfile de la vida y moverse al son demencial de la Bubamara, o queda arrollado por el ímpetu de Kusturica, decido, siguiendo esa tradición mediterránea que sintetizaría filosóficamente el griego Zorba, a plantarle cara a la adversidad danzando enloquecido.
Nota IMDB: 8,1.
Nota FilmAffinity: 7,6.
Nota del blog: 7,5.
Contracrítica