“Bertolucci es extraordinario en su capacidad de percibir, es un poeta…”
Marlon Brando
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Antes de la revolución
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Año: 1964.
Director: Bernardo Bertolucci.
Reparto: Francesco Barilli, Adriana Asti, Morando Morandini, Crecope Barilli, Cristina Pariset, Allen Midgette.
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Después de iniciarse en el séptimo arte como ayudante de dirección en Accattone, firmada por su vecino Pier Paolo Pasolini, de realizar dos cortometrajes amateurs y de debutar en el largometraje con La commare secca (La cosecha estéril), Bernardo Bertolucci emprendería ya de manera más evidente con su segunda película, Antes de la revolución, la senda temática, estilística y en definitiva autoral que caracterizará su filmografía, repleta de personajes arrinconados por las circunstancias y sometidos a la incertidumbre de un cambio que amenaza con derribar las certezas que amueblan su vida. Apenas tenía 22 años.
Inspirado por La cartuja de Parma de Stendhal, Bertolucci encuentra en la Italia de los sesenta y su crispación político-social el escenario perfecto donde ubicar a Fabrizio (Francesco Barilli), un joven burgués dispuesto a renegar a su clase social y a la enamorada que la representa para, en cambio, comprometerse con una hipotética e inminente revolución comunista en el país y, en paralelo, en una relación con su tía Gina (Adriana Asti, pareja del cineasta), devastada por la neurosis que le provoca una atroz soledad.
Con profunda delicadeza, sin concesiones iniciales para la comprensión de su tormento, Bertolucci expone el drama de los dos amantes trágicos: su sumisión a una realidad hostil que no comprenden y de la que les es imposible participar; su asfixia dentro del insoportable cerco vital que les estrecha. El paisaje desolado de la charca, la confusión anónima de la plaza mayor, los pequeños refugios, las danzas íntimas compartidas por Gina y Fabrizio en la distancia y la proximidad, la envarada jerarquía de los asientos en la ópera. El montaje fragmentado y convulso; el trasluz del sol. Reverberan ciertos ecos de la angustia de la Nouvelle Vague en el blanco y negro de sus fotogramas.
El encuentro fugaz de Fabrizio y Gina significa una oportunidad inesperada, nacida en otoño y condenada irremediablemente a la extinción, pero cuanto menos se erige en un remanso de alejado del mundanal ruido donde, quizás de forma inútil, intercambiar por calor humano sus heladores traumas internos –el inexplicable fallecimiento ahogado de su amigo más cercano y el vacío existencial que no llenan las consignas políticas memorizadas en el caso de él; la orfandad y el cruel abandono sentimental en el de ella-.
Antes de la revolución queda lejos, por supuesto, de la fascinación morbosa por el incesto. A pesar de la afectación que parece caracterizar a los personajes en el comienzo de la cinta, a medida que avanza el metraje y se impregnan las emociones resulta sencillo y lacerante encomendarse con ellos a ese amor secreto en el que ambas partes, por igual, hallan un exangüe apoyo en el que apenas calmar su dolor cotidiano.
Bertolucci filma el romance exaltando su elegíaca latencia agónica, capturando con conmovedora sensibilidad la desesperación que los amantes transmiten en cada beso, paralelo en sus pulsiones de muerte a la extinción inexorable de tantas cosas bellas que en el mundo perecen bajo el yugo del tiempo. En su enardecimiento poético, el osado director parmesano infiltra también algún exceso formalista que, no obstante, se tolera gracias a la desgarrada honestidad del conjunto, donde la pasión, la capitulación y el desconsuelo se confunden en un océano de melancolía.
Nota IMDB: 7,1.
Nota FilmAffinity: 6,8.
Nota del blog: 8.
Contracrítica