«Un hombre que no pasa tiempo con su familia, no es un hombre de verdad.”
Vito Corleone (El padrino)
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El padrino
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Año: 1972.
Director: Francis Ford Coppola.
Reparto: Al Pacino, Marlon Brando, Robert Duvall, Diane Keaton, James Caan, Richard S. Castellano, Abe Vigoda, Richard Conte, Al Letteri, Sterling Hayden, John Cazale, Talia Shire, Gianni Russo, Simonetta Stefanelli, Lenny Montana.
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Cuando uno, crítico amateur, se enfrenta a un icono como El padrino, quizás la película más célebre del séptimo arte, ¿qué debe hacer? ¿Tratar de forzar una mirada escéptica, encontrar cualquier mínima falta desapercibida para el común de los mortales y magnificarla con el fin de sacarlos de su triste inocencia? ¿Arremeter contra su popularidad? ¿Qué puede aportar el crítico aficionado acerca de una película sobre la que está todo dicho, sobre la que se publican monografías de toda clase y grosor?
Se podría recordar el arrojo y la afortunada megalomanía con los que el joven Francis Ford Coppola construía un mito; un referente no solo para el resto del cine de mafiosos, sino incluso para los aspirantes a mafiosos de la realidad exterior a la sala de cine. O la potencia y expresividad de un lenguaje clásico y moderno al mismo tiempo, germen de uno de los ejemplos más abrumadores del montaje paralelo, modelo ideal de desenlace catárquico y devastador. O la mutante caracterización de un Marlon Brando que construye y se adueña del personaje más célebre del cine, a la altura de su leyenda personal como actor, hibridados hasta fusionarse sin distinción el uno del otro. O la insondable mirada del emergente Al Pacino, cuando se dejaba dirigir y apostaba con acierto por una densa economía gestual para irradiar en pantalla multitud de sensaciones encontradas y eléctricas. O la luz y en especial la sombra de Gordon Willis, ‘el príncipe de las tinieblas’, transformada en un personaje más, capital en el transcurso del relato. O la partitura excelsamente autoplagiada de Nino Rota.
En muy pocas ocasiones, los incontables aspectos técnicos, artísticos y argumentales que construyen una película se han amalgamado de manera tan completa y arrolladora. El padrino se aproxima milimétricamente a lo que uno considera el gran cine: la sublimación de un género popular hasta hacer de él Arte, con mayúsculas. Una obra maestra. La alquimia perfecta entre narración pura, estética visual y atractivo visceral. Filmes eternos, perdurables a través del tiempo y de los visionados. Tiempos modernos, Los siete samuráis, El buscavidas, El hombre que mató a Liberty Valance, Los profesionales, El hombre que pudo reinar, Blade Runner, Sin perdón. Clásicos inmortales, inmaculados.
Como todas ellas, El padrino consigue que uno, alérgico a los metrajes extensos, quede con ganas de más después de 175 minutos de apasionados y apasionantes fotogramas. Y como sucede con las grandes obras, cada vez que uno se acerca a ellas puede descubrir un nuevo matiz antes inadvertido, disfrutar de las dobleces que, como espectador, aparecen con el tiempo a partir de ese celuloide que se creía conocido como la palma de la mano. De primeras, uno queda fascinado por esa fantasía de poder que representa Vito Corleone. Más tarde, siempre consideré como una de las escenas más conmovedoras cuando juega con su nieto, en el otoño de sus días. Ahora, me enternece su sabiduría y su fragilidad como consigliere de su hijo Michael, al igual que me aterran las lágrimas que vierte al enterarse de quién ha realizado el trabajo sucio en cierto asesinato providencial en el devenir de la familia.
Nunca he leído el original de Mario Puzo y, francamente, poco me interesa. Tengo entendido que la novela subraya la depravación de la historia mediante la abundancia de los escarceos sexuales, por lo que considero un acierto de Coppola la supresión casi total de esta vertiente morbosa. A lo largo de sus tramas principales –la guerra de una familia mafiosa por su supervivencia en unos tiempos volátiles, el ascenso al poder y el descenso a los infiernos de Michael Corleone, la crónica familiar paralela a la construcción de los Estados Unidos-, El padrino condensa un buen puñado de los grandes temas de la literatura y de la humanidad. El ejercicio del poder, el desacuerdo entre el idealismo y el ineludible pragmatismo, la discusión entre teleología y deontología, la causa y su efecto consecuente, el crimen y el castigo, la culpa y el remordimiento, la difícil conciliación entre razón y entrañas, el inexorable paso del tiempo, la fidelidad a la sangre, el hombre como animal político, la fractura entre sociedad contemporánea y los valores morales.
Cuestiones universales y enjundiosas a su vez guiadas con mano de hierro y guante de seda por una absorbente y sugestiva intriga que entronca con las esencias del noir para refundarlas y ensalzarlas un paso adelante, hasta una dimensión imitada hasta la saciedad, todavía por alcanzar.
Cine.
Nota IMDB: 9,2.
Nota FilmAffinity: 9,1.
Nota del blog: 10.
El padrino es una peli muy buena!! Para mi está casi al nivel de Depredador o Alien (Que para mi son lo más espectacular jamás grabado) 😀
Jajaja ¡Me encanta esa comparación y ese podio!
Algún día deberé enfrentarme a su análisis, pero me causa un respeto imponente… Ahora, tú te has enfrentado a ella con determinación y te ha quedado una crónica magnífica, que, además, ha servido para reconciliarme con tus notas (pocas veces un 10 fue tan bien merecido).
¡Muchas gracias, Antonio! La verdad es que tenía un poco de reparo acerca de escribir sobre ella porque es una película sobre la que se ha hablado ya tanto… que casi cualquier artículo está de más. De todas maneras, me entusiasmaría leer qué escribes sobre ella.
Yo tampoco tengo nada escéptico que decir sobre «El padrino», siempre me ha gustado todo lo que me puede gustar una película. Sólo añadir que la última vez que la vi, por primera vez me pareció aún mejor la segunda parte (que proyectaban en la filmoteca minutos después) y que al terceto de grandes películas de Coppola de los 70 ahora añadiría también sin dudarlo «La conversación», que me ha subido lo indecible con el paso del tiempo.
Yo con El padrino y su segunda parte he mantenido cierta relación de igualdad. Creo que, de hecho, la primera cada vez me gusta más, aunque quizás mantenga un poco por encima a la secuela. Un día de estos tengo que repasar La conversación. Me parece que es ese el tipo de cine que realmente quería hacer Coppola: más independiente, con mayor influjo de las vanguardias europeas.
Después de leer el libro de Mario Puzo en mi adolescencia, disfruté con la trilogía alquilándola en el videoclub, pero sin darle en su momento la importancia que comprendí que tenía en posteriores visionados. Sí creí entender que Puzo ya sabía de antemano que alguien la adaptaría, por su estilo narrativo, en un formato cercano al guión cinematográfico, ágil, fácil de leer, fácil de visualizar mentalmente. Las películas lo único que hicieron fue redistribuir los momentos y escenas, los flashbacks en diferente orden y conseguir con los actores elegidos y todos los detalles que rodean al guión adaptado, superar finalmente al libro, hecho poco, muy muy poco común. Fantástica entrada. Gracias.
Demonios, igual tengo que leer la novela. De hecho, la tengo en casa…
No creo que te arrepientas. Y no creo que tardes demasiado. El único inconveniente es que el argumento no te va a sorprender 🙂
Creo que intuiré qué puede pasar con Luca Brasi…
Técnicamente desde el principio con esa majestuosa presentación de personajes en base a una boda…..Sencillamente perfecta. Según va evolucionando la trama, todo un prodigio de dominio de los tiempos cinematográficos que llevan a un final absolutamente perfecto.
Una película que nos habla de muchas cosas. De honor, de familia, de un tiempo que se va. De otro que llega y todo relatado a través de una historia absorbente que ademas entretiene como pocas.
En fin, un peliculón que se hizo clásico desde el mismo momento de su estreno. Cuídate y si, el libro es muy inferior a la película.
Es una barbaridad de película en todos los aspectos, desde el dominio narrativo hasta el visual. Los trasfondos históricos, familiares y morales,… Entretenimiento y profundidad, una combinación difícil.
¡Abúúúúúúúúúúúlico!, por fin te hemos leído una listaaaaaaaa de películas, jajajaja, en la que todas son maravillosas, salvo «Los profesionales», que creo está fuera de lugar entre ellas, pero eso es una opinión mía muy particular que ya conoces, probablemente enfrentada a los que verdaderamente sabéis de cine. Y qué te pudo decir, que nos has vuelto a regalar otra gran crónica que con independencia de la película de la que se ocupa, es en sí misma magnífica.
Como bien has puesto de manifiesto son muchísimos los aspectos a destacar de esta enorme película, pero para mi hay dos que son básicos. Uno, la combinación exacta y al mismo tiempo tan difícil de compaginar la densidad del gran cine de calidad con el fluir del gran cine de entretenimiento, pues a fin de cuentas en El padrino el milagro de ver pasar los minutos a ritmo de segundos es incontestable. Y el segundo, la prodigiosa acumulación de interpretaciones fuera de lo brillante, pues se convierten en iconos atemporales y referencias simbólicas a modo de fotogramas para la historia. Brando es una auténtica barbaridad en esta película, sencillamente majestuoso, pero Pacino hiela la sangre, Duvall es la perfección y, por ejemplo, Keaton una paleta de colores desolador pero contenida. Técnicamente primorosa y de ejecución respetuosa con el clasicismo pero albergando algunas secuencias que ya han sido copiadas mil veces, y que perfectamente citas.
Un gran abrazo y ahora voy a leer la segunda parte que, por cierto, en un milagro sin par Coppola ejecuta diametralmente de forma distinta, pues ya los tiempos, los personajes, el mundo, la historia, la sociedad, los pecados… son distintos. Increíble su superioridad como cineasta.
Hombre, Altaica hacía tiempo. Es eso de la combinación exacta entre calidad y entretenimiento lo que me parece que convierte a la película en la definición de Gran Cine. Yo, al menos, creo que es a lo que debe aspirar una película grande de verdad. Las pretensiones bien entendidas.
Y Los profesionales es uno de estos lujos con mayúsculas, no lo dudes jeje.
Pues tampoco me atrevo a elegir entre la primera y la segunda, pero lo cierto es que la primera siempre me apetece volver a verla y la segunda me da un poco de pereza (aunque la vi un par de veces, no te creas). Será que soy un romántico.
Qué grandes las tres entradas, abúlico. Mi más sincero aplauso. Con la tercera creo que te has pasado con el 8, pero qué sé yo. Tú eres el auténtico cinéfilo, a mí sólo A. García ya me chirría mucho. Aunque el grito de Pacino al final (ese grito mudo antes de explotar) me deja sin palabras y es uno de esos detalles que le dan algún valor a la película desde cualquier punto de vista. Como el asesinato de Juan Pablo I al principio.
En fin, un placer volver por aquí. Abrazo.
En realidad, tampoco hay por qué elegir o por que mantenerse inamovible con esa elección. Me ocurre lo mismo que a ti: el grito sordo de Pacino, ese que podría caer en el ridículo por pura exageración, me termina por resultar en cambio sumamente conmovedor. Creo que ahí Pacino da el do de pecho en una película en la que en ocasiones le noto más distanciado de su personaje.
Muchas gracias por pasarte y gracias por el elogio.