“El tiempo y el recuerdo están abiertos el uno para el otro, son como dos caras de una misma moneda.”
Andrei Tarkovsky
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Deseando amar
(In the Mood for Love)
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Año: 2000.
Director: Wong Kar-Wai.
Reparto: Maggie Cheung, Tony Chiu Wai Leung, Ping Lam Siu, Rebecca Pan, Man-Lei Chan, Roy Cheung, Paulyn Sun.
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El recuerdo es, en esencia, ficción. Las insaciables grietas del olvido, los engaños de una memoria selectiva y romántica propensa a la sobredimensión y la exaltación de los retazos supervivientes, los deseos de un presente insatisfecho y nostálgico por naturaleza. Condicionamientos que convierten el pasado en una amalgama de sensaciones imprecisas, estrechamente ligadas a las emanaciones de unos sentimientos a él asociados e imposible saber hasta qué punto fidedignos.
“Él recuerda esa época pasada, como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo, el pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto se ve está borroso y confuso.” Desde el tercer acto de Deseando amar (In the Mood for Love), Wong Kar-Wai define la línea maestra que rige el filme. Es una obra que se constituye como una reconstrucción emocional de un pasado distante, traslúcido, inasible y en parte idealizado; ubicado, como la anterior Días salvajes -comienzo de la trilogía que sellará después 2046-, en el Hong Kong de la década de los sesenta.
En perfecta coherencia con la sólida filmografía del director asiático, Deseando amar narra el encuentro entre dos espíritus lastimados por el desamor. Un hombre y una mujer dañados en lo profundo de su ser y que tratan de cicatrizar sus dolorosas heridas por medio de una ficción de intercambio de roles: la suplantación de sus respectivas parejas traidoras, la reinterpretación fingida de su enamoramiento infiel.
Los acercamientos tímidos y contenidos entre los amantes, envueltos en un juego ilusorio y auténtico a partes iguales, se corresponden con el delicado y pudoroso objetivo del cineasta, que los retrata desde la distancia, sin invadir su espacio privado, su innegociable intimidad. El retrato de sus angustias y sus anhelos pertenece tanto a lo que registra la cámara, como a lo que permanece fuera del alcance de ésta. El cine de autor de Wong, entendido como un proceso de creación orgánico, rebasa las estructuras tradicionales del guion para adentrarse en la expresión y la transmisión de la atmósfera anímica en la que viven los personajes.
Por medio de estas premisas, Wong, poeta del amor platónico, etéreo, anhelante y eternamente inconcluso, explora la memoria afectiva de sus protagonistas –sus actores fetiche Tony Leung y Maggie Cheung-, enhebrada a través de imágenes compuestas por tenues miradas que se entrecruzan y se sostienen ingrávidas y paralizadas, por fantasmas olvidados fuera de plano o de espaldas, por el tiempo que parece detenerse al son de los sentimientos pero que avanza devorando la pasión a su paso, destruyendo sueños nunca consumados.
Considerada como la obra más representativa y conocida de Wong Kar-Wai.
Nota IMDB: 8,1.
Nota FilmAffinity: 7,8.
Nota del blog: 9.
Sin lugar a dudas, la gran obra maestra del cineasta. La película donde sus particulares constantes dramáticas y audiovisuales están más sublimadas y metódicamente planificadas.
Fíjate que no sabría decidirme entre ésta y 2046, aunque la última sea un tanto más ampulosa y esteticista….
Espectacular película, nuestra favorita de Kar-wai. Subimos su banda sonora al blog hace casi un añito.
Curioso. Yo en vez de subirla, me la bajé. *ejem*
Jejeje 😉
«Considerada como la obra más representativa y conocida de Wong Kar-Wai.»
En fin, si esta es la más conocida no quiero ni pensar en las demás, me sonarán a chino, nunca mejor dicho.
Sé sincero, estas pelis no existen, os las inventáis para hacer las críticas y el resto por no reconocer que ni les suenan siguen la corriente 😀
A lo mejor es un tipo más festivalero que de grandes salas, pero Wong Kar-Wai es relativamente conocido, hombre. Hace un mes o así estrenó película, The Grandmaster. Incluso llegó a Ávila hace un par de viernes.
Una crónica descriptiva, perfilada con precisión pero intuyo un reconocimiento sin pasión, como si a la obra le reconocieras un valor indiscutible pero sin llegar a mostrar la fascinación que algunos le profesan.
Como ya he comentado en el Blog de Antonio, «Diccineario», solo he visto dos películas de este peculiar director, una es la que nos ocupa, a la que sucumbí por lo que esconde y no muestra, por lo que se intuye y no asoma, en tanto que se articula como un bellísimo encaje plástico siempre al servicio de recónditos silencios interiores. Y es ahí donde la película se hace enorme, resultando uno de los ejercicios más deslumbrantes en lo sugestivo del cine en décadas.
Por el contrario en «2046» se produce el abuso de sus peculiares recursos estéticos y plásticos, dándome siempre la sensación contraria a «Deseando amar», pues todo queda al servicio de esa estética, quedando la historia, sus personajes y el guión como actores secundarios. Algo imperdonable.
Si en “Deseando amar” el autor auna de forma sublime la belleza más especial y unicorniana con un trasfondo afectivo que vive y se origina en esa propia estética, sin poder delimitar ambas, sin poder separarlas y dando sentido una a la otra, en «2046» se muestra la servidumbre de una frente a otra. Yo diría que incluso las pretensiones reflexivas y las relaciones mostradas son acartonadas. Mujeres que en su aparente disparidad siempre se muestran hermanadas en lo falsario, casi condescendientes con sus propias acotaciones, acotaciones frívolas, como muñecas en aras de unos roles trasnochados.
Paisaje ambiguo, pretendidamente inacabado, espectáculo continuo de planos y encuadres a modo de postales, dejando siempre la sensación de que la historia y sus moradores son mera comparsa en esa borrachera plástica. Otra vez más un gran ejercicio formal en el que, esta vez sí, sucumbe la historia. Ningún personaje vive, ningún personaje atesora profundidad aunque lo aparente, ninguna historia es verdadera, ninguna relación apasiona pese a su ficticia solidez afectiva… Es la gran impostura de un esteta que juega a formalizar su maniobra revistiéndola de apariencia. Todo me resulta rebuscado hasta el paroxismo y cuando alguna historia adquiere tintes de verosimilitud, de trágica verdad, de insondable afecto, pero.. servil siempre al gran mecano estético.
Un guión confuso, siempre sujeto al verdadero motor de la obra que es la epidermis y no al contrario. Lo que pone de manifiesto la desproporción en las historias, su ensamblaje desorganizado, la ausencia de un argumentario capaz de dar un sentido global, y una amalgama incoherente de relaciones deshabitadas.
Su organigrama escénico no es que sea cautivador en lo angosto, es que se concibe desde un rebuscado y claro talante pretencioso que anula en realidad cada historia o la hace intrascendente y siempre servil, pequeña en comparación con su único y verdadero motor que es ese juego desmesuradamente decorativo. Lo íntimo muere en lo estético.
Igualmente sucede con sus historias que navegan siempre en arquetipos casi de postal, de film noir pero inventado, de roles añejos y trasnochados entre hombres y mujeres, entre pasiones falsamente desatadas que viven igualmente en los límites de lo rebuscado para, nuevamente, armar un falsario mundo oscuro que justifique su estética abigarrada y sombría. Se me antojan personajes de paja, casi de cómic del amor, con varones ausentes de capacidad de implicación personal y que juegan con mujeres construidas de hojarasca y superficialidad, pues siempre operan al servicio de ese varón trasnochado. Es un puzzle acartonado en sus arquetipos, con algunas historias que no alcanzan ni tan siquiera el sentido, pero que su belleza formal y estética pueden llegar a hacerlas parecer especiales e hipnóticas.
Esa salvadora jugadora de cartas que se viste de femme fatale al rescate del protagonista, a modo de pequeño sketch, que por otro lado son muchos, pues uno tiene la continua sensación que todas las historias, pese a su aparente conexión, jamás se hermanan y se suceden a modo de banda inconexa, de mosaico sin orden. Un pastiche mal armado para dar rienda suelta a su verdadero leitmotiv, el libertinaje estético y plástico sin mesura, en las antípodas de su obra maestra anterior “Deseando amar”, en la que todo fluye en prodigiosa armonía.
Un juego prosaico que lleva la convención intergéneros a la deriva del credo o creencia. Me cansan tantos lugares comunes que una forma artística y técnica no puede ocultar. Todo huele a farsa estética, a gran simulación con servidumbres que no admito y menos aún habiendo podido contemplar en su obra anterior la verdadera capacidad de aunarla con una realidad de manifiesto, de principio. Un collage deslavazado e incoherente, falto de verdadero motor vital, fingido en su planteamiento, fariseo en las relaciones que pretende categorizar como pasiones vitales y que en su falta de nudo no hace más que reiterar la servidumbre que lo preña todo, esto es, una búsqueda de belleza sin amparo o cimentación. Es más que posible que ese no fuera mi día. Un gran abrazo.
A mí me entusiasma la estructura de 2046, como verás en la crítica que publico precisamente hoy. Es arriesgada, un tanto pretenciosa, pero creo que satisface sus aspiraciones. La hermanación de sus distintos relatos se fundamenta en que ese esquema imita una matrioska: se basa en la sucesión de un recuerdo romántico –idealizado y por ello de formulación estética tan ‘tópica’, digamos- que trata de ocultar otro recuerdo femenino, que encierra otro recuerdo anterior,… así hasta llegar a la semilla del amor verdadero pero frustrado, el trauma inicial e irreparable –Tony Leung apoyado sobre Maggie Cheung en el asiento del taxi, «el final perfecto que pudo ser y no fue»-. De este modo, confluye en la narración esa paradoja que se da en muchas de las obras de Wong: la contradicción entre el deseo de no olvidar frente al tiempo inexorable y la necesidad de borrar un recuerdo que pervive y daña.
Sobre Deseando amar puede que sea cierto lo que dices, siempre encuentro que a las películas de este cineasta, subyugantes, personales y originales, les falta sin embargo un puntito, uno de esos ‘intangibles’, para que las considere obras maestras. Otra gente sí las encuadra dentro de esta categoría, y no les quito la razón.
Un abrazo, Altaica. Un auténtico lujo de comentario, como siempre.
Muy interesante tu reflexión sobre la estructura narrativa de “2046” y magnífico el símil que introduces en comparación con las muñecas rusas. Evidentemente son formas de verlo, pero sigo pensando que el todo muere en esa supeditación continua hacia lo estético o que éste último adquiere un protagonismo que deja varios pasos por detrás a lo profundo de la historia. Obviamente hablamos de un director, una obra y un formato que es campo labrado para la admiración y, también, apreciar el exacerbo.
Y me alegro de haber apreciado entre líneas esa admiración matizada por el cine del director asiático, tan particular que puede maravillar, maravillar con matices o epatar. Y una vez más hablar de esos «intangibles» que citas, probablemente el secreto jamás descifrable que hace que algo nos enamore o no. Si algún día alguien lo descubre, el arte y su misterio habrá muerto para siempre. Cuídate.
Las obras maestras necesitan pulsar un resorte subjetivo para llegar a ser tal cosa. Es un asunto totalmente particular, puede que injusto, pero no arbitrario. Es ese misterio que bien describes, el que hace verdaderamente grande y conmovedor a cualquier faceta artística.
Pues precisamente andaba yo haciendo una de esta película y vengo aquí y me encuentro con la tuya. La dejare para mas tarde y si, grandiosa, pero me la has chafado…..
Sensible, dolorosa y profundamente intimista. Un retrato de soledades con la fría pasión oriental y la estética de un cuadro de claroscuros. Obra de arte sin discusión .Cuídate campeon
Nada hombre, continúa con ello que seguro que sabes expresar las sensaciones que produce el filme de manera mucho más poética y sugerente. Aunque yo diría que la pasión que refleja la película, más que fría, es irreparablemente melancólica. Un abrazo.
Yo creo que tenéis un sello tan distinto que sois capaces de hablar de la misma película y que esta parezca una distinta.
Eso por descontado. Menudo es Plared dándole al teclado.
Me la apunto!
Cine poético de altura. Muy personal, muy sensible, anticonvencional.