“La única diferencia entre tragedia y comedia es el punto de vista.”
Howard Hawks
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A propósito de Llewyn Davis
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Año: 2013.
Directores: Joel Coen, Ethan Coen.
Reparto: Oscar Isaac, Carey Mulligan, Justin Timberlake, John Goodman, Garrett Hedlund, Max Casella, F. Murray Abraham.
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Dado que la música supone un componente esencial, atendido al detalle, dentro de la ambientación de su obra, no es de extrañar que los hermanos Coen escogieran para fundar su nuevo proyecto las desventuras de un cantautor de folk de comienzo de la década de los sesenta, de nombre Llewyn Davis. En correspondencia con su lógica particular, será este un panorama musical cínico, ingrato y gobernado por el humor negro. Uno digno de que Sixto ‘Sugar Man’ Rodríguez hubiera materializado su propia leyenda urbana mediante un espectacular suicido sobre el escenario. Uno que, claro está, no legará opción para la justicia poética que inesperadamente aguardaba al bueno de Rodríguez al final del camino.
Llewyn Davis (interpretado por un acertadísimo Oscar Isaac) es un personaje surgido del repudio constante y atrapado en una odisea –uno de los grandes temas de los Coen- en forma de bucle, sin posibilidad de encontrar su hogar, su espacio en el mundo o siquiera a sí mismo. Ítaca, de hecho, ni aparece en el mapa. Es un pelele arrollado por el eterno retorno, marchitado en su transitar de sofá en sofá, de préstamo en préstamo, de desplante en desplante, de tren que se marcha en tren que se marcha. Los Coen, cuya hilarante ferocidad hacia sus criaturas es de sobra conocida, contribuyen a echar al infortunado músico una mano. Al cuello.
Llewyn Davis es, de toda la galería de cretinos, farsantes, haraganes, infelices, botarates, parias, desarraigados y desclasados que moran en el cine de los Coen, el más patético. Lo es porque es el que más en serio quiere tomarse a sí mismo (o el único que lo hace). Ante tamaña sucesión de calamidades absurdas y cruel desamparo existencial, un filósofo hedonista como El Nota se hubiera refugiado en la liga de bolos, los Creedence o los rusos blancos, o un desdichado judío de clase media como el Larry Gopnik de Un tipo serio se hubiera preguntado por los enigmas que rigen la relación entre el hombre, su destino, las leyes divinas y Yahvé -sin recibir respuesta u obteniendo a cambio una burla vitriólica, por supuesto-.
Por su parte, y a pesar de ser la pura imagen de la decepción y el fracaso, acaso producto de su naturaleza de perdedor, quizás por un mal fario impuesto –la alusión al vudú, la aparición final sobre las tablas del bar-, Llewyn Davis persevera en engañar a su conciencia con mantras impostados sobre la verdad de su arte (o su simple trabajo, según) y la entereza de su estilo de vida, encadenando justificaciones autocondescendientes y vertiendo su odio y autodesprecio en reproches desorientados contra todo.
El filme no propone un caso de soledad autodestructiva del artista, de marginalidad irreparable del hombre sensible o de la mística crepuscular del cantante de country apaleado por las circunstancias, motivos recurrentes en el maridaje entre música y cine. Tal y como se le insinúa en cierto pasaje, a pesar de ser un notable compositor, Davis es alguien que no conecta con el público, con la sociedad, con el universo. Promocionada sin complejos por la pareja de cineastas desde el guion y la escritura visual –impregna el celuloide una fotografía lánguida, plomiza, fría y desapacible, emanación del estado mental y anímico del protagonista-, esta antipatía conforma un áspero y malicioso desafío arrojado directamente contra la cara del espectador. Un cantante que comienza profetizando que estará “muerto y olvidado” cuando en realidad se encuentra perfectamente olvidado en vida.
A propósito de Llewyn Davis se convierte así en una película arriesgada en su propuesta y sorprendente en su conjugación de melancolía, ternura y sarcasmo. En una obra siempre única y especial, en definitiva, al igual que la filmografía de sus autores.
Nota IMDB: 7,9.
Nota FilmAffinity: 7,1.
Nota del blog: 8.
La he visto y coincido contigo. Para mí es también, sencillamente, la crónica de la última semana en que una persona abandona su vocación -equivocada o no. Habrá tantas historias como estas el mundo! Sin embargo los Coen se las arreglan con arte (en el mejor sentido: vaya fotografía!) para hacer una historia especial de este fracaso, precisamente. Me dan «morbo» dos cosas: 1º Si por mano del demonio (nunca mejor dicho) esta película resulta premiada por algo en Hollywood como vestirán este éxito de un fracaso; 2º Un spin-off o ramificación del personaje ya como marinero.
Me encantó el blog, al que accedí por un consejo en el de Mónica, «Efimeralias» (http://efimeralias.wordpress.com/) Un abrazo!
Hola Félix. Yo creo que la película es una sátira en toda regla contra el mito romántico del perdedor. Iconoclasta e irreverente como siempre han sido estos benditos hermanos. Muchas gracias por pasarte y espero verte por aquí a menudo. Un abrazo.
Por cierto, el spin-off de Llewyn Davis como marinero sería digno de ser visto. Se me hace la boca agua solo de pensarlo.
Ojalá los Coen nos hicieran la gracia… 🙂 Un abrazo!
Soy un fanático de Dylan y conocía la historia de la versión de House of the rising sun, como se la quitó de alguna manera grabándola antes que él. No he visto la película aún pero creo que se cuenta algo al respecto. El disco entero de Dylan (el primero de su carrera, homónimo (1962)) suena como la luz en la fotografía de esta película y ésta es una de las mejores canciones que lo componen. Qué tragico vivir nada parecido. Deseando verla, hace tiempo que leo sobre ella, agradecido por tu trabajo como siempre. Un saludo.
De The House of the Rising Sun solo conozco la versión de los Animals, y la verdad es que no sabía esta historia con Dylan de por medio. En la película no se hace mención a ello: Dylan es solo una aparición al final, como recochineándose en lo que podría ser Davis y nunca será, por diversas circunstancias. Muchas gracias por pasarte Eduardo, continuamos a la espera de nuevas entregas de tu blog.
Es que no fue a este autor. Error mío. (aunque el autor original en cualquier caso se desconoce).
Davis se supone inspirado en Dave van Ronk, aunque conociendo a los Coen, imagino que es una aspiración lejanísima (o incluso inexistente). Según he oído mirando por ahí, sí parece que sea una canción de creación popular.
El de las barbas hizo una versión más, que a Dylan le gustó lo suficiente como para grabarla (pidiendo permiso). Luego el autor de la versión se encontró con que le acusaban de copiar a Dylan. Pero antes de Dylan la grabó Joan Baez de otra manera y sí, los orígenes se remontan al s.XIX
Un abrazo.
Que astuto ese Dylan (y qué difícil es entenderle sin subtítulos). La verdad es que es una canción cojonuda.
Lo tenía entero sub. (el docu)
Muy recomendable
Apunto. Aunque todavía no he visto aquella película que hicieron sobre él, I’m note there.
Esa es más para fanáticos, opino. Esta otra es la historia de Bobo Dylan hasta el 66 muy bien documentada y sin literatura.
Bob, no Bobo. Leches con el móvil.
Ya imaginaba que esa blasfemia iría seguida de excusa y arrepentimiento.
Blasfemia? No tiene el menor sentido. Duele a la vista de tan absurdo.
jajaja hombre Eduardo,estaba claro desde el primer momento que se trataba de una traición trapera del corrector del móvil. No era mi intención acusar de mala fe.
XD
No es por obviar tu crítica, con la que estoy más que de acuerdo, pero… qué genialidad de frase esa que remarcas de Howard Hawks!!
¿Hay algo que Howard Hawks no supiera o no pudiera hacer?
La acabo de terminar de ver y aún no salgo de mi asombro. Me ha maravillado. Una película sorprendente, única, brillantísima, personal, complejísima, hermosa, desoladoramente tierna, de una inteligencia que abruma. No le sobra un plano, es perfecta y se me antoja un clásico que perdurará siempre. Pero que pedazo de película. Para mí, con diferencia, la mejor de estos cineastas. Saludos
Es un peliculón. Quizás sea de sus obras más depuradas, lo que se dice pronto.
Pues fijate, «A propósito de Llewyn Davis» es una película que me decepcionó un poco.
Soy muy admirador de Bob Dylan y se supone que la película es una recreación del ambiente del Greenwich Village neoyorquino en el que el Bardo de Minnessotta acabó triunfando (de hecho creo recordar en el que hay una escena un tanto elíptica en la que el protagonista acude a un concierto suyo), pero me pareció una película demasiado liviana y ligera. Como que no profundiza ni en los personajes ni en los ambientes. Visual y narrativamente se deja ver muy bien, pero tan pronto como la ves la olvidas.
Y pienso que fue una lástima. Una ocasión desperdiciada. Porque se supone que el personaje protagonista viene a ser la recreación de un personaje como Dave Van Ronk, un músico de la órbita de Dylan, que muchos consideraban que tenía tanto o mas talento que él, y que sin embargo se quedó un poco en la intrascendencia. Hubiera sido una buena ocasión para mostrar el conflicto entre el triunfo y el fracaso, sobre los peajes que hay que pagar para alcanzar el éxito y si realmente merece la pena pagar ese precio para alcanzarlo.
No obstante, tras tus entusiastas palabras y las de Altaica, uno de estos dias le volveré a dar una nueva oportunidad.
Maravillosa tu cita de Howard Hawks del comienzo (casi siempre las eliges muy bien, muy a cuento). Me ha recordado a esa de Charles Chaplin que venía a decir algo así como que; «La vida en plano general es una comedia, pero la vida, en un primer plano, es una tragedia.»
P.D: «I´m not there» es una marcianada solo apta para fanáticos de Bob Dylan como yo y una legión más de chalaos de él que hay repartidos por todo el mundo. No obstante, merece la pena verse por la espectacular interpretación de Cate Blanchett que interpreta de manera fascinantemente transexual al Dylan más joven e impertinente con un mimetismo de gestos asombroso con la leyenda del folk. Que bella y talentosa es esa actriz. Un sueño de mujer.
Un saludo.
No creo que la película tenga gran interés, en último término, en recrear ese ambiente. Yo creo que su atención se centra en ese personaje, que es medio mezquino, y en los caprichosos caminos del éxito, que nada tienen que ver con el merecimiento, el esfuerzo o incluso la recompensa tras pagar un precio. Es más bien como sus historias de criminales aficionados destinados al fracaso por su propia necedad y por la crueldad de la existencia, pero en el campo de la música. Esa imagen de la impotencia y el ridículo de un individuo que se cree más importante de lo que realmente es. Llewyn Davis canta que será un poeta maldito condenado al olvido de sus insensibles semejantes cuando, en realidad, ni dios sabe quién es.