También la lluvia

27 Jun

“¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua.”

Toro Sentado

 

 

También la lluvia

 

Año: 2010.

Directora: Icíar Bollaín.

Reparto: Luis Tosar, Gael García Bernal, Juan Carlos Audiviri, Karra Elejalde, Cassandra Ciangherotti, Raúl Arévalo, Carlos Santos, Milena Soliz.

Tráiler

 

 

            En 1924, Sergei Eisenstein contribuía con el filme La huelga a la propaganda para la mitificación de la historia reciente de la joven Unión Soviética. Como anteriormente había propuesto Dziga Vertov en su Cine-Ojo, el montaje formaba parte esencial del mensaje, un elemento simbólico del mismo. A través de él, se presenta una tesis a la que se contrapone, paralelamente, una antítesis con el objetivo de que el espectador extraiga de ello una tesis. Es el montaje dialéctico, denominado así al encontrarse en relación con el materialismo histórico. La secuencia más recordada de la obra, perfecto ejemplo de esta técnica, será aquella que compara el sacrificio de una res en el matadero con la masacre de unos obreros revolucionarios perpetrada por el ejército zarista.

Con la progresiva asimilación del lenguaje cinematográfico por parte del público, el montaje dialéctico se revelará como una de las principales formas del cine de componente ideológico. Sin embargo, a causa de su naturaleza, su empleo posee los peligros de caer no ya en el adoctrinamiento propagandístico –caso que exige una intencionalidad manifiesta-, sino, más bien, en el acartonamiento de lo excesivamente discursivo.

             Es este el caso de También la lluvia, primera colaboración de la actriz y directora Icíar Bollaín con su pareja, el guionista Paul Laverty, nombre siempre asociado al comprometido cine social del británico Ken Loach; un drama que transforma esa comparativa histórica en un ejercicio metalingüístico y autorreflexivo a propósito del rodaje de una película sobre el Descubrimiento y el nacimiento de la conciencia sobre la humanidad del indio, insertado en la Bolivia al borde de la rebelión social por los abusos de poder, inspirados en la denominada guerra del agua de Cochabamba en 2000.

             Un making-off hecho película que habla sobre la explotación del indígena que se perpetúa y perdura a través de los siglos, los conflictos entre el idealismo de postal, la coherencia madura y la auténtica toma de partido o la capacidad del cine como herramienta de concienciación sobre los problemas sociales de nuestro tiempo.

Bienintencionados y loables puntos de partida argumentales que Bollaín consigue plasmar en la pantalla con un notable poder visual pero que, por otra parte, como ya sucediera en algunos libretos anteriores de Laverty –lo que no quita que sea un escritor interesante-, probablemente los que intentan tener mayor seriedad y trascendencia, quedan estropeados por el subrayado explícito de esas tesis y antítesis, redundantes, superficiales, obvias y, en ocasiones, mal justificadas -el acto de heroísmo redentor o de madurez de ese frívolo y plano productor interpretado por el gran Luis Tosar-, produciendo una sensación similar a aquella escala de grises propuesta por Paul Haggis en la multipremiada Crash.

              No es una mala cinta, contiene premisas atinadas, pero se le notan demasiado las costuras.

 

Nota IMDB: 7,3.

Nota FilmAffinity: 7,2.

Nota del blog: 6.

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