“Han sido juzgados por doce hombres honestos y buenos, no semejantes a ustedes, sino tan superiores como el cielo lo está del infierno, y los han declarado culpables. El tiempo seguirá su curso y las estaciones se sucederán una tras otra. La primavera, meciendo la verde hierba, con montones de dulces y olorosas flores sobre cada colina y cada valle. Luego el sofocante verano, con sus tenues olas de calor en el tostado horizonte. Y el otoño, con el estruendo de la cosecha y las colinas tiñéndose de ocres y dorados bajo un sol que se apaga. Y por último el invierno, con sus vientos lacerantes y lastimeros, dejando toda la tierra cubierta por un manto de nieve. Pero ustedes no estarán aquí verlo, maldita sea, porque esta Corte ordena que sean llevados al árbol más cercano y colgados por el cuello hasta la muerte, sucios hijos de una cabra montesa.”
Roy Bean
El forastero
Año: 1940.
Director: Wiliam Wyler.
Reparto: Gary Cooper, Walter Brennan, Doris Davenport.
El territorio del Salvaje Oeste tiene algo de escenario bíblico. Es la génesis de la construcción de un país, a sangre y fuego, atravesando desde la nada diferentes estadios de civilización, partiendo de la anomia hasta llegar, una vez asumido y desterrado el reino de la ley del más fuerte, a la razón y la justicia.
Es en estos parajes donde surgen figuras patriarcales, como las solía calificar el crítico y erudito Ángel Fernández Santos, que van dando forma a la nación a partir de unas concepciones particulares que graban a fuego sobre el territorio en el cual ejercen su influencia, muchas veces basada en la coacción.
Es este el caso de Roy Bean, “el juez de la horca”, autoproclamado magistrado de las recién adquiridas regiones del sur de Texas. Encarnación de una ley unipersonal y árbitro de vida y muerte de un área en disputa entre ganaderos y agricultores, derramamiento de sangre que sucede en esta lógica creadora al del hostigamiento, persecución y caza del indio y del mexicano.
En El forastero, William Wyler dirige el primer acercamiento a la figura de Bean, juez y cantinero, con un revolver por mazo para dictar sentencias. El alsaciano describe al estrafalario líder judicial y moral de Vinergaroon -luego rebautizada Langtrey, en honor a la actriz británica Lillie Langtrey, idolatrada por Bean-, cochambroso villorrio al Oeste del río Pecos, oculto tras un recubrimiento cómico, próximo a la farsa, en principio cuestionable dado el controvertido carácter del hombre tras los fotogramas.
Se echa quizás en falta, pese a la cierta negrura que hará acto de presencia hacia el final de la función, una visión más descarnada, ácida y turbia, menos amable o complaciente.
Es este un universo particular, aislado del resto del mundo conocido, en el que el crimen más grave es el de matar a un novillo. De poco vale emplear en defensa propia que se apuntaba al hombre. Mala suerte, si se erró el tiro. La irrupción seca y cortante de la horca apunta el primer paso a la tragedia.
A pesar de la presencia irresistible de Bean (Walter Brennan), la película fija no obstante su atención en ese forastero epónimo encarnado por Gary Cooper, pistolero errante, figura desarraigada que intenta mediar entre colonos y ganaderos mientras trata al mismo tiempo de burlar al terrible y mitómano juez y conseguir el amor de una bella agricultora.
Esas notas de comedia, con sus personajes extravagantes y su música festiva, se transmutan progresivamente en agridulces y finalmente amargas, puede que tras un cambio de tercio demasiado raudo. Un despertar abrupto a la conciencia del carácter temible y reprobable de ese pintoresco Bean.
Este pero queda sin embargo compensado por la buena factura técnica, en especial con la bella fotografía del maestro Gregg Toland, además de por un guion poblado de soberbias frases y diálogos lapidarios y la excelente complicidad entre dos viejos camaradas, compañeros de reparto en un par de películas precedentes, en otra, El sargento York, ese mismo año y más tarde en unas cuantas posteriores: un Cooper que aplica las contradicciones en el tono del argumento a su propia interpretación, mutando su gesto de amable y pícaro a grave y tenso, y un impagable Walter Brennan, tierno y terrible a la vez, que devora la pantalla en cada aparición, hecho que le valdría su tercera estatuilla como mejor actor de reparto.
Título fundamental del western.
Nota IMDB: 7,6.
Nota FilmAffinity: 7,5.
Nota del blog: 7.
Es inevitable que hable sobre esta película, pero ya lo has contado tu todo. Lo que si te puedo decir es que no me canso de verla y siga sacándome la sonrisa cuando los dos duermen la mona en el catre, da la sensación de que el olor a pies y whisky sale de la pantalla.
Un saludo
Roy
Es desde luego una pelicula agradable de ver, bien hecha y con un Brennan para enmarcar y colgar en la pared, pero no puedo evitar la sensacion de que puede ser una cinta un poco desaprovechada, de que una mirada oscura a todo un personaje como Bean (enorme nick para elegir, por cierto) daba para una obra de dimensiones apoteosicas.
Sea como fuere, merece la pena verla, desde luego.
Gracias por pasarte!