Archivo | enero, 2012

Desenlace mortal (Thriller – en grym film)

24 Ene

Desenlace mortal es, definitivamente, de entre todas las películas de venganza que he visto, la más dura. Nunca he visto nada tan brutal.”

Quentin Tarantino

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Desenlace mortal (Thriller – en grym film)

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Año: 1974.

Director: Bo Arne Vibernius.

Reparto: Christina Lindberg, Heinz Hopf, Solveig Andersson, Despina Tomazani.

Tráiler

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            Una vez comprobado el éxito popular dentro de la exploitation -un cine que hacía de lo morboso y lo explícito un recurso de atracción frente a la pobreza de medios, una declaración de intenciones e, incluso, una seña de autoría-, de la variante rape/revengeviolación/venganza, definición y sinopsis de todo un subgénero inaugurado por La última casa a la izquierda de Wes Craven-, el director sueco Bo Arne Vibenius, joven curtido como colaborador y segunda unidad de Ingmar Bergman en La hora del lobo y Persona, se decantaría por ella para intentar subsanar el fracaso financiero que había supuesto su película de debut, Hur Marie träffade Fredrik.

El propio testimonio del cineasta servirá como evidencia de sus pretensiones, su intención será hacer una ultracomercial película de mierda.

             Desde este origen herido, esa venganza de una joven enmudecida por una violación en su infancia, raptada, narcotizada, mutilada y obligada a ejercer la prostitución que es Desenlace mortal (Thriller – en grym film) se erigirá como una de las mayores cintas de culto de ese cine de explotación, así como una de las más controvertidas, capaz de influir a gigantes de la postmodernidad como Quentin Tarantino, artista de la remezcla y la reinterpretación que tendrá a bien tomar como referencia principal para su gargantuesca Kill Bill tanto esta película –ese sentido de venganza sangrienta e implacable; el ojo tuerto, los movimientos y la factura técnica en las escenas que heredará el personaje de Elle Driver– como la de un autor considerado sesudo como François Truffaut y su La novia vestía de negro –la recién casada y enviudada que derriba a sangre y fuego la organización gangsteril que ha arruinado su vida-.

             Desenlace mortal es una película que se hace fuerte en unos contrastes que asaltan al espectador desde el comienzo: la bucólica campiña sueca en la que la sirena del coche de policía rompe los trinos de los pájaros, avanzando a través de rótulos de llamativo rojo sangre; la candidez de la infancia rota abruptamente por la violencia sexual, casi conceptual y metafórica.

Siguiendo esta premisa, nada mejor que Christina Lindberg, actriz porno, para encarnar a Madeleine, una chica de inocencia interrumpida, aprisionada en sí misma tras ser víctima de una violación, que habrá de limpiar con furiosa venganza las afrentas de la organización de proxenetas, sádicos y demás viciosos que ha esclavizado su cuerpo a través de la prostitución, la tortura y la humillación, y su mente por medio de la heroína.

Dulzura e ira. Ardiente gelidez.

             Vibernius compone una película seca, árida, casi contemplativa por momentos, que perfila en silencio la degradación que sufre la protagonista y cómo se siembra en su interior la hirviente cólera, la llamada de la sangre desde la que se construye la vendetta con una paciencia tensa y minuciosa, que crece a la par que el sufrimiento por las vejaciones padecidas, solo toleradas por la descarnada esperanza que ofrece un futuro de rabia.

La desconfianza y la angustia de Madeleine es la propia del espectador, introducido por unos planos subjetivos audaces, pegajosos, inquietantes. El sexo explícito desasosiega, montado en tomas rápidas y agresivas, imbuidas en sonidos estridentes, que encontrarán más tarde su furibunda respuesta en unas muertes sangrientas, rodadas a cámara lenta y, de nuevo, apoyadas por una banda sonora punzante y llena de ecos; expresivas escenas envueltas en un halo narcotizado o casi onírico, imagen de la percepción alterada de la chica.

Pese a su carácter provocador, lo pornográfico encaja a la perfección con ese tono crudo, cáustico, de la cinta. Curiosamente, mayor gratuidad, cutrez e impostura poseen secuencias propias del cine de acción más clásico, como la carrera con el coche patrulla.

              El coche de policía alejándose en el horizonte, esta vez a través de un páramo desolado, cierra el círculo, más purgador que redentor, de esa venganza enquistada.

Su estreno sería prohibido en Suecia.

 

Nota IMDB: 6,5.

Nota FilmAffinity: 6,4.

Nota del blog: 7,5.

La leyenda de Vandorf (La Medusa)

23 Ene

“¿Quién querría verme como Hamlet? Muy pocos. Pero millones de personas desean verme como Frankenstein, o sea que eso es lo que hago.”

Peter Cushing

 

 

La leyenda de Vandorf (La Medusa)

 

Año: 1964.

Director: Terence Fisher.

Reparto: Peter Cushing, Christopher Lee, Barbara Shelley, Richard Pasco.

Tráiler

 

 

            Pese a que su fundación databa de 1934, la productora británica Hammer, especializada en productos de bajo coste y gran rentabilidad, no adquiriría fama hasta el éxito de la cinta de ciencia ficción El experimento del Dr. Quatermass -por entonces popular serie televisiva-, película que le permitiría especializarse definitivamente, con beneficios y renombre, en el terreno fantástico y, sobre todo,  en un terror gótico, a partir del estreno de La maldición de Frankenstein, que retomaba la figura del monstruo de Mary Shelley -y, en cuanto a cine se refiere, de la Universal-, al que se dotará de mayor rotundidad en lo sangriento y en la cierta carga erótica de sus relatos.

            Ya firmemente adentrado en ese periodo de especialización y estabilidad y luciendo una notable hiperactividad productiva, la Hammer ensanchaba su horizonte de influencias para crear un filme en el que el monstruo desencadenante del terror provendrá de la mitología griega, una gorgona –como Medusa y sus dos hermanas Esteno y Euríale, pero ésta de nombre totalmente ficticio-.

A la cabeza del proyecto, al igual que en la emblemática La maldición de Frankenstein y en otros cuantos clásicos de la productora, los tres buques insignia de la Hammer: el siempre competente artesano Terence Fisher en la dirección y Peter Cushing y Christopher Lee liderando el reparto.

            Localizada en los profundos bosques centroeuropeos, una de las patrias arquetípicas de la narrativa gótica y romántica, La leyenda de Vandorf presenta el conflicto entre el científico forastero y la enigmática amenaza sobrenatural procedente de tiempos inmemoriales, mezclada con el conflicto amoroso contra el representante local de la ciencia, el doctor Namaroff (Peter Cushing), propiciador de un jugoso componente de misterios e indescifrables hermetismos por parte de los nativos –lo que justifica la endeble premisa de las iniciales acusaciones de asesinato- en torno a un enigma y un monstruo principal con derivaciones también paradigmáticas del cuento de terror clásico, como el tópico recurrente del dopplegänger, el Mal como parte intrínseca de la dualidad humana.

             Una gran ambientación por parte de Fisher, hábil en el manejo de la tensión y el suspense, junto con un gran trabajo de un turbio e intrigante Cushing –mucho mejor que el más caricaturesco Lee en un papel relativamente menor- impulsan el interesante sustrato de la historia, convirtiendo a La leyenda de Vandorf en una película muy sabrosa desde su carácter de puro entretenimiento terrorífico; clásica, artesanal, bien narrada y mejor producida.

 

Nota IMDB: 6,3.

Nota FilmAffinity: 6,6.

Nota del blog: 7.

Super

22 Ene

«Nunca he entendido todo aquello de los superhéroes pero, pensando en ello, parece que tenemos mucho en común.»

Dexter Morgan (Dexter)

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Super

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Año: 2010.

Director: James Gunn.

Reparto: Rainn Wilson, Ellen Page, Liv Tyler, Kevin Bacon, Michael Rooker.

Tráiler

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            Paralelo a la sobreexplotación cinematográfica de los superhéroes de la DC, Marvel y demás franquicias que tiene lugar en los últimos tiempos, el humor, por su parte, revisa ese sencillo filón que supone la humanización, la reducción a lo cotidiano, de un superhéroe al que se le despoja de su intocable aureola épica o mesiánica.

Ya desde la profética y bizarra genialidad del corto ibérico, Espiderman ya no vive aquí, que vaticinaba tanto estas corrientes desmitificadoras como el auge de programas de realismo social como Callejeros, esta tendencia se traduce en cintas como Los increíbles, Big Man Japan, Hancock o Mi super exnovia, realizados desde la perspectiva del superhéroe que planta cara al desafío de la gris vida humana, o Mystery Men, ZebramanSpecial, Defendor, Kick Ass y Scott Pilgrim contra el mundo, que, por el contrario, elevan al ciudadano común, mediocre por definición o, cuanto menos, de inconsciente ingenuidad, al altar de salvador justiciero.

            Super, partiendo desde esta segunda casilla de salida, presenta al más ridículo ejemplar de homo sapiens (acertado Rainn Wilson, el ya peculiar Dwight Schrute de la versión estadounidense de The Office), un hombre al que su mujer yonki ha abandonado por un traficante de medio pelo, titular de un trabajo denigrante friendo salchichas, dueño de un pasado un marcado por la vergüenza y la frustración y un rencor vengativo hacia la sociedad que lo margina sin misericordia, en su lucha titánica por coger el toro por los cuernos y poner fin a toda una existencia de decepciones. Es decir, por modelar a su gusto el mundo que lo rodea y oprime a través de un alter ego de superhéroe, inspirado directamente por una execrable serie de televisión ultracristiana.

Que triunfe el Bien, entendido tanto como lo moralmente correcto –que puede ir desde acabar con la pedofilia hasta castigar con sangre el colarse en la fila del cine-, como lo deseable para el vigilante –recuperar a su mujer, lograr reconocimiento social-.

            Un relato que incrementa devastadoramente la pegada de sus en absoluto amables pretensiones mediante el empleo de todo el desconcertante –en ocasiones excesivo- gore que permite su carácter indie, recursos que sirven para poner a las claras el discutible trasfondo de la figura del justiciero-vigilante, sea este un superhéroe con capa y puños de acero escudado en su condición general de semidivinidad, casi por encima del Bien y el Mal, sea un Charles Bronson con pistola de gran calibre y furia vengativa, sea un friki sociopático y despechado armado con una llave inglesa, casos estos últimos casi siempre producto de conflictos personales, fecundados por la más o menos justificada decepción y guiados por una percepción totalmente personal del Bien y el Mal, hecho que convierte su cruzada de redención en aún si cabe más cuestionable.

            Este planteamiento de base, menos empático por voluntad propia que otros modelos similares, queda quizás diluido por una falta de potencia cómica –más allá de la traba que supone la burda capacidad de helar sonrisas de esa casquería desinhibida-, achacable al poco control de la duración y el ritmo de ciertas escenas y a algunas líneas de guion a las que se les ve demasiado las costuras, se aprecia con nitidez el guionista que hay detrás de ellas. Casualmente, suelen caerle a Ellen Page (en el papel de Ellen Page en versión ultraviolenta).

Curiosa pero no del todo lograda.

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Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 6,5.

Nota del blog: 6.

La tumba india

21 Ene

“Cada película tiene una especie de ritmo que sólo el director puede darle. Tiene que ser como el capitán del barco.”

Fritz Lang

 

 

La tumba india

 

Año: 1959.

Director: Fritz Lang.

Reparto: Debra Paget, Paul Hubschmid, Walter Reyer, Claus Holm, Sabine Bethmanm.

Tráiler

 

 

            La tumba india es la película que, estrenada originalmente dos meses después, da continuidad y cierra definitivamente El tigre de Esnapur, la cinta de aventuras exóticas que había supuesto el retorno de Fritz Lang a Alemania tras sus periplos francés y estadounidense que siguieron a su exilio tras la afirmación del nazismo en los organismos de poder del país.

            En esta ocasión, el protagonismo del arquitecto alemán y su romance con la bella Sheeta, bailarina de la diosa Shiva, se diluye a favor de las tramas secundarias, a saber: la rebelión del los cortesanos refractarios a la modernización del reino, la investigación de los arquitectos alemanes recién llegados sobre el paradero de su cuñado, hermano y colega de profesión –personajes accesorios, planos y algo irritantes que vienen a potenciar el carácter de choque entre lo civilizado y lo barbárico del relato-, y la lucha de Sheeta contra el matrimonio con el príncipe y contra la inapelable condena impuesta por este: su ejecución y sepultura en una tumba monumental edificada sobre los cimientos del despecho y el rencor que van de la mano del desengaño amoroso más brutal.

            La película queda configurada más como una continuación tras un intermedio que como una segunda parte autónoma –el final abierto de aquella dejaba todos los cabos por atar, ésta comienza reciclando imágenes de la anterior a modo de resumen-; tal es así que en el año posterior ambos filmes, cuya popularidad manifiesta el hecho de que entonces ya fuera la tercera adaptación que se hacía de la novela de Thea von Harbou –antigua colaboradora y esposa de Lang-, se exhibirían en sesión única bajo el epígrafe Journey to the Lost City.

            Analizándola independientemente, La tumba india repite las características –holgura medios, grandes escenarios y masas, colorismo…-, los defectos –poca tensión dramática a causa de un guion algo romo, cierto anquilosamiento, una dirección demasiado funcional y unas actuaciones mejorables- y las escasas virtudes que presentaba su antecesora, que de nuevo, aparte de un ligero dinamismo mayor en la transición de escenas, recaen en la exuberancia física de la norteamericana Debra Paget, habitual en papeles de belleza exótica, y sus casi gratuitos pero aún más sensuales bailes, capaces de hipnotizar por igual a una cobra que a un espectador masculino.

En cambio, las tramas abiertas se clausuran por lo general de manera poco satisfactoria, muy endeblemente -sobre todo en el caso de la revuelta de la nobleza local contra el joven y obcecado príncipe, resuelta con desgana-, fruto de un libreto poco pulido al que le sobrepasó la mayor atención recibida por los fastos de la puesta en escena.

De nuevo, prescindible.

Se aconseja ver ambas como una sola (del tirón o en partes), por más de tres horas que ello suponga.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 4,5.

Street Fighter, la última batalla

20 Ene

“¿No eres un poco mayor para los videojuegos?”

Frank Dux (Contacto sangriento)

 

 

Street Fighter, la última batalla

 

Año: 1994.

Director: Steven E. de Souza.

Reparto: Jean-Claude Van Damme, Raul Julia, Kylie Minogue, Ming-Na, Wes Studi.

Tráiler

 

 

            Confirmando la pauta que apuntaba el año anterior aquel Super Mario Bros. que había pasado con más pena que gloria y hoy nadie recuerda,  Street Fighter sería otro de esos primeros mutualismos, parasitismos o comensalismos, nunca simbiosis, que comenzaban a florecer –Double Dragon se estrena ese mismo año- entre videojuego y celuloide, marcando con firmeza y autoridad el camino a seguir por las futuras reproducciones de tan funesta alianza en la dirección que conduce al barranco de lo horrible y lo espantoso.

            Por lo visto, alguien creyó ver una historia en un videojuego que consistía en machacar los botones con mayor destreza y velocidad –en el caso de los mediocres del arcade, como un servidor, fuerza- que el oponente. Y no aquella melodramática que ofrecía por defecto la mitología del juego, sino una lucha aún más maniquea y a mayor escala entre el Bien y el Mal –sí es cierto que existían jugadores cuyas motivaciones eran más justificables moralmente que las de otros-, en la que se intenta satisfacer al fan y al profano a partes iguales sin, por supuesto, como siempre ocurre, dejar contento a ninguno de los dos.

Es decir, dentro de una trama estándar de lucha entre héroes libertadores y villanos tiránicos se recurre, en el primer supuesto, al amontonamiento de personajes y referencias del juego original sin reparar en lo bochornoso o lo incoherente dentro de una trama que era, ya de por sí, de una estulticia de lo más festiva, cosa que afecta directamente al mencionado segundo caso.

            Por supuesto que un torneo de unos contra unos no daba como para elaborar un guion y que el relato construido no daba para más, pero esa incoherencia absoluta, ese vergonzoso militarismo cuartelario y esa hortera puesta en escena no eran de recibo.

Se admite que M. Bison no pueda llamarse “Bision” (o “Mister” Bison incluso) como en las partidas en la máquina del bar, que Wes Studi o un pasadísimo Raul Julia –qué desgracia que esta sea su película póstuma- resulten apañaos en cualquier cosa, que un sobreactuado Van Damme –lo que hay que ver- ejecute con limpieza la patada del hacha o que los chascarrillos de tan tontos tengan una extraña gracia autoparódica –quizás ahí se entrevea de manera más destacable la pluma de de Souza, colaborador en la escritura de cintas de acción con dejes de humor tan gozosas como Límite 48 horas o La jungla de cristal-.

En cambio, que Dalshim sea un doctor pacifista flexible cual muñeco de futbolín, que ni Cristo haga un ayuken (动拳) o que Blanka, mi alter ego más habitual en las peleas, sean un trasunto llorica de Lou Ferrigno, no tiene perdón de Dios.

 

Nota IMDB: 3,4.

Nota FilmAffinity: 2,6.

Nota del blog: 3,5.

El tigre de Esnapur

19 Ene

“La historia y el estilo empleado para contarla son los que hacen que una película sea buena o mala, no el procedimiento técnico de la misma.”

Fritz Lang

 

 

El tigre de Esnapur

 

Año: 1959.

Director: Fritz Lang.

Reparto: Paul Hubschmidt, Debra Paget, Walter Reyer, Luciana Paluzzi, René Deltgen.

Tráiler

 

 

            Fritz Lang, con una trayectoria considerada ya en aquel entonces en decadencia y enfrentado enconadamente con el sistema de estudios hollywoodiense, fruto de su natural temperamentalidad así como de la interferencia de estos en el montaje y el freno a su participación en el guión de las películas, decidió poner fin a su periodo norteamericano y emprender el regreso a Alemania, país que había abandonado años atrás huyendo del advenimiento del nacionalsocialismo.

            Para su primera película, Lang retoma un argumento menos trascendente que el de sus anteriores filmes, de evasión, que no es otro que el de la novela La tumba india, obra de Thea von Harbou, escritora, guionista, simpatizante nazi, ex esposa y colaboradora habitual suya –libreto de la primera adaptación al cine del presente relato incluido-.

Se trata de una historia clásica de aventuras exóticas ambientada en la India colonial que abarca amenazas naturales, hijos expósitos de orígenes inciertos, romances apasionados, rivalidades de amor, conflictos entre tradición y modernidad en el seno del poder local y las imprescindibles intrigas palaciegas.

De gran popularidad, será su tercera adaptación, tras las versiones de 1921 y 1938.

            Lang disfrutará para ello del boato de las grandes cintas épicas de Hollywood, aunque esta vez provenientes de una financiación alemana más comprensiva con la libertad artística del furibundo director. Esto se traduce en lujosos escenarios de estudio y al aire libre, fotografía colorista, grandes movimientos de masas, muchedumbres nativas y teutonas con la piel convenientemente barnizada de cobre,…; elementos que recrean un aspecto de aventura old school dentro de su ostentosidad de superproducción popular.

Todo tan clásico que provoca que la cinta se perciba tan acartonada como las interpretaciones del reparto en general y de Paul Hubschmidt, protagonista, en particular, si bien quizás cabría rescatar la deslumbrante belleza y las sugerentes danzas de la estadounidense Debra Paget, ya acostumbrada a meterse en la piel de beldades exóticas en su país de origen.

            El vienés aborda una trama que resulta muy vista, poco estimulante, mediante una dirección a grandes rasgos, y pese a contar en su haber con algún acierto en la puesta en escena, sin fuerza -hecho que se evidencia especialmente en el laxo rodaje de las escenas de acción más pura-, que acaba por comprometer el interés de esas peligrosas intrigas y prohibidos devaneos amorosos que no llevan a ningún puerto, también debido a su configuración casi a modo de díptico o miniserie en combinación con La tumba india -lo que implica hasta un final con cliffhanger-.

De hecho, ambas serían exhibidas un año después como una sola bajo el título Journey to the Lost City.

Mejor hubiera sido aprovechar el filón menos accesible pero más rico que le brindaba la magia de los misterios de una India oculta, mística y crepuscular que se aproximaba a una modernización traumática e irrefrenable, con el tigre, otrora regio, salvaje e indómito, aniquilado o encerrado entre barras de acero como máximo emblema.

Prescindible.

 

Nota IMDB: 6,8.

Nota FilmAffinity: 7,1.

Nota del blog: 4,5.

The Navigator: Una odisea en el tiempo

18 Ene

«En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.»

Albert Einstein

 

 

The Navigator: Una odisea en el tiempo

 

Año: 1988.

Director: Vincent Ward.

Reparto: Hamish McFarlane, Bruce Lyons, Marshall Napier, Noel Appleby, Chris Haywood, Paul Livingston.

Tráiler

 

 

            A tiempos desesperados, medidas desesperadas. La aterradora crisis, ente casi metafísico, suele ser la excusa favorita para que los poderes fácticos y sus lacayos desaten medidas draconianas contra quienes se encuentran a sus pies. Disposiciones que suelen tener mucho de pragmatismo (para quienes las emiten directa o indirectamente) y poco de humanistas. Suelen ser voluntariamente ciegas y de una efectividad probada, de nuevo, para los intereses de estos mismos sujetos, a los que no les hace falta inventar nada porque ya está todo inventado a su favor desde la noche de los tiempos, desde la primera crisis.

            The Navigator: Una odisea en el tiempo ofrece, a tiempos de penurias, miserias y muerte acechante –el apocalíptico siglo XIV de la peste, el hambre y la guerra; el final de los ochenta del siglo XX de decadencia económica y últimos e inquietantes coletazos de Guerra Fría-, una solución que parte de una base diametralmente opuesta: la florida imaginación de un niño, el paradigma de lo ingenuo, de la bondad humana natural no corrompida.

Un chiquillo de un poblado minero del norte de Inglaterra que encuentra, a través de sueños premonitorios, la salvación ante la inminente llegada de la peste negra. Son imágenes y alucinaciones de futuros improbables que, sin embargo, representan la posible apertura de una ventana en color frente al blanco y negro de grano grueso, grave, bergmaniano, de un presente funesto.

            Lo que propone el filme es la salvación a través de un viaje simbólico, místico e iniciático del niño y un grupo de escogidos delegados del pueblo en busca de coronar una lejana y legendaria catedral con una cruz hecha del cobre extraído de las entrañas de su pueblo, de su corazón, internándose en esas ensoñaciones que en realidad son el Auckland de 1988 y que impregnan la estructura del relato, con una línea temporal quebrada, confusa, de sueño febril cortado y retomado confundido con pasajes de realidad.

            No juega Ward la baza del cómico choque cultural entre el medioevo y la modernidad ya que, al fin y al cabo, para un habitante de una remota aldea que nunca ha pisado suelo más allá de sus lindes, cualquier cosa es extraña y mágica, sea una gran urbe de la época, sea una caótica metrópolis contemporánea.

No es sino que el marco accesorio de la odisea que proporciona las pruebas y rituales a superar por el aventurero, las necesarias etapas de transformación interna en ese rito de paso a la madurez o de esa salvación que han de ser superadas por medio del conocimiento y la práctica de virtudes tales como la valentía, la solidaridad, la amistad, el ingenio, la imaginación y la generosidad.

Idealismo y valores altruistas que comienzan en lo personal y van destinados al bien colectivo, con especial sacrificio a favor de quien más lo necesita, del débil.

            Una película realizada con honestidad, encanto y talento, original, especial; de visión recomendable para especuladores, banqueros, concejales de urbanismo, potentados y similar calaña.

 

Nota IMDB: 6,9.

Nota FilmAffinity: 6,3.

Nota del blog: 7,5.