“La mayoría de la gente gasta la mitad de su energía tratando de proteger una dignidad que nunca ha poseído.”
Raymond Chandler
Caídos del cielo
Año: 1990.
Director: Francisco J. Lombardi.
Reparto: Gustavo Bueno, Marisol Palacios, Carlos Gassols, Mónica Domínguez, Delfina Paredes, Rafael Garay, Nelson Ruiz.
Dentro del cine peruano, menos popular que el de otros países vecinos de América del Sur como Brasil o Argentina y sin una industria reconocible en la década de los ochenta, sobresale la figura de Pancho Lombardi como el principal realizador a nivel internacional, obteniendo incluso nominación al Oscar a la mejor película extranjera en cuatro ocasiones, una de ellas adaptando novelas de su compatriota Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros, y el resto por Maruja en el infierno, La boca del lobo y esta Caídos del cielo.
Con Caídos del cielo, Lombardi, sobre el libro de cuentos Los gallinazos sin plumas, de otro autor peruano, Julio Ramón Ribeyro, traza a través de tres historias una metáfora de un país que se aboca a su decadencia, ávido de enriquecerse dentro de su propia pobreza. Así, el catalizador de las tres historias será una pareja de pudientes ancianos venidos a menos que enfilan sus últimos días de vida obsesionados con dejar huella tras su muerte en forma de mausoleo familiar, aún a costa de empeñar en el intento lo poco que queda, material y físico, de su propia existencia.
Es esta pareja quien regala un cerdo cobrado del alquiler de sus muchas viviendas a una antigua ama de llaves, quien apura ahora su vejez en la indigencia viviendo en los alrededores del basurero de la capital peruana en compañía de sus dos nietos. Un animal que significa una nueva, quizás la última, oportunidad de salir adelante, así sea a costa incluso de la salud de su descendencia, hipotecada por el bien del puerco, en lo que es, a su vez, una demostración de que la ceguera de la anciana no es solo física, sino también moral, provocada por el egoísmo que únicamente puede producir la más absoluta desesperación y el rencor de una vida desperdiciada al servicio de otros.
También es la pareja de ancianos los dueños del piso en el que habita Humberto, locutor de radio que desde su alta torre de marfil se permite el lujo de conceder vacuos consejos de vida para los desesperados –como lo están todos los componentes de las tres historias-, adalid radiofónico de las causas perdidas que verá la oportunidad de redimirse en la realidad, de superar sus propios traumas físicos y de estima que se manifiestan en las cicatrices de su cara, por medio de una misteriosa joven a la que salva del suicidio, un ser herido, como él, en lo más profundo, un alma gemela que no demostrará sino la hipocresía y los de ese héroe de la autoayuda y del éxito al alcance de toda persona que piense en positivo y mantenga la mente abierta, libre de unos prejuicios que él mismo es el primero en sacar a la luz.
Como se deduce del argumento, una película a tres bandas de irregular interés –la historia de amor entre marginales resulta alargada y repetitiva- que parece enfocada a alcanzar el desenlace amable y esperanzador, subrayado en todo momento en sus sentimientos por la banda sonora, pero que se va trocando en un relato sombrío y agrio que se vuelve sin piedad en contra de sus personajes, en verdad individuos distanciados de la realidad, ya sea por el falso sentido de la apariencia que supera la misma situación verdadera, por la pérdida de la perspectiva que produce la ilusoria esperanza en un mundo mejor inalcanzable o por una falsedad de espíritu que arrastra en su engaño al propio individuo.
Un planteamiento amargo, imagen de los males que achacan a un Perú que no encuentra salida a una decadencia que parece crónica pero que, desgraciadamente, acaba por abandonarse en un tremendismo exagerado, si bien de demoledora carga simbólica, que condena al filme.
Goya al mejor filme extranjero de habla hispana de 1990.
Nota IMDB: 7.
Nota FilmAffinity: 7,2.
Nota del blog: 5.
Contracrítica