“Recuerdo lo que respondía a mi nieto cuando preguntó ‘Abuelo, ¿fuiste un héroe en la guerra?’ ‘No, pero luché en compañía de héroes’.”
Richard D. Winters
.
.
Banderas de nuestros padres
.
Año: 2006.
Director: Clint Eastwood.
Reparto: Ryan Phillippe, Jesse Bradford, Adam Beach, Barry Pepper, Jamie Bell, Paul Walker.
.
Clint Eastwood se disponía a rendir su particular homenaje a los veteranos de la campaña del Pacífico de la Segunda Guerra Mundial llevando a la pantalla el libro del escritor y periodista Ron Powers y James Bradley, descendiente de uno de los marines protagonistas del argumento, incluso caracterizado en el filme, con Steven Spielberg en la producción, una nueva muestra de su compromiso con el tema, como también fueron su trabajo tras las cámaras en Salvar al soldado Ryan, revisión del heroicismo, humanismo y compañerismo de unos marines en misión de rescate suicida en el horror extremo del conflicto, y su labor como productor en series como Hermanos de sangre y The Pacific, fieles reproducciones de las campañas en Europa y el Pacífico del ejército norteamericano, siempre desde el punto de vista de la persona como parte de un contingente que entrega su vida por una causa justa.
Con Banderas de nuestros padres, Eastwood procede a retratar la historia de una fotografía, la famosa imagen del alzado de bandera entre varios soldados en la hostil isla japonesa de Iwo Jima; el making off de un mito, la dura verdad tras la leyenda, de nuevo las personas tras los héroes; por medio de tres líneas de tiempo: el periodista que recaba información del evento, hijo de uno de los retratados; la vuelta a casa de lo soldados de la foto para recaudar fondos de guerra, y los recuerdos bélicos que les sobrevienen a la mente como pesadillas, como estallidos en la tormenta.
Como en Salvar al soldado Ryan y, sobre todo, Hermanos de sangre, el contingente de soldados queda descrito en su esencia humana, fraternal, a través de la combinación entre jocosas anécdotas y chascarrillos militares y la posterior manifestación de su vulnerabilidad en batalla, una lucha terrible que, como las anteriores, recurre al hiperrealismo más extremo, frenético y espectacular, capaz de provocar escalofríos al más pintado.
Una acumulación de acciones bélicas en las que aún sobrevive el halo de pesimismo que rodea toda la obra y que se hace aún más evidente en esos presuntos héroes que vuelven momentáneamente a casa para seguir con la batalla en otro terreno, el de los corazones y las carteras de una sociedad cínica y necesitada de símbolos heroicos para volver a confiar en los valores humanos que llamaban a la inexcusable lucha.
La sociedad de la imagen y el mercado que exprimirá hasta la última gota a tres jóvenes que representan tres tipos de actitud: el oportunismo para aprovechar en lo posible la popularidad, el intento de mantener toda la dignidad posible sabiéndose un farsante por el bien de los lejanos hermanos de sangre, intentando pasar página con el mayor estoicismo posible, o, simplemente, la incapacidad de sobreponerse a hacer cualquier uso de los compañeros perdidos, dejándose arrastrar hasta la total autodestrucción por los fantasmas de la guerra.
La cinta busca unas pretensiones de profundidad que no se terminan de cumplir pese a su cierta carga de crítica social por esa idea de homenaje sincero y respetuoso a los caídos, sentida y facilona perorata final incluida, repetición de la fórmula hagiográfica de las ya mencionadas series de la HBO, un gran ejercicio de documentación y crudeza militar casi documental pero planas y aburridas, sin mayor interés e intención que eso, la loa al valor de unos combatientes de una guerra que, dentro de la dificultad de calificar como justo a un conflicto armado, este sí lo mercería claramente, del mismo modo que todo reconocimiento social a su sacrificio.
Más sutil y elegante es la dirección de un Clint Eastwood que, a mi juicio, da lo mejor de sí mismo en las historias engañosamente denominadas “pequeñas”.
Nota IMDB: 7,1.
Nota FilmAffinity: 6,7.
Nota del blog: 6.
Contracrítica